Tuesday, November 13, 2007

Objettivo

La tarde se escurría perezosa en la triste ciudad del noroeste, mientras la ligera llovizna emboscaba a los desprevenidos y éstos por lo general, absortos en su intranquilidad citadina, no se percataban de tal emboscada.
El aire con sabor a gris envolvía las aceras, era una tarde tan habitual que casi nadie descubriría, o se tomaría siquiera el tiempo para hacerlo, el color del viento.
Todos viajábamos vestidos de nuestra rutina, hombres y mujeres habituados a la vida-difícil-rutina que no tienen porqué preguntarse por los mejores tiempos que siempre nos prometen los burócratas de turno.
El obrero, la trabajadora, yo; todos caminos cansados de ser objeto y no-sujeto en la sociedad, todos compartiendo un camino que va más allá de esta acera pero a la vez encerrados en nuestras propias burbujas-tormentas personales. Todos objetos, no-sujetos, fuerza laboral, mano de obra barata para los dueños de las fábricas, de los negocios, del dinero “motor-del-mundo-moderno”. Fuerza laboral como las máquinas, “sólo un poco de mantenimiento y funcionará de nuevo”, y al final nosotros ahí, cada quincena, esperando nuestro combustible para salir cada “nuevo día” con el mínimo necesario de fuerza nueva que será devorada por las máquinas insaciables y el imperio del capital no menos insatisfecho.
Objetos para la producción, no sujetos que trabajan; trabajar no porque se quiere, sino porque se debe y ya que estamos trabajando agarrele-gusto-que-no-hay-de-otra.
La tarde transcurría con perezosa apariencia cansada, y en medio de la lluvia aparece, con sus zapatos de tacón y su sombrilla blanca, alguien de quién (disculpas antes) debo hablar. La acera parece salir de su letargo de tarde-llovizna, ahora la rutina por breves segundo parece detenerse (al menos el tránsito sí lo hizo, al igual que los bodegueros de la tienda que descargaban un camión de electrodomésticos). Los hombres le abren paso, se forman tras de ella en un fila, los que pasan junto a ella entran en la necesidad de mirar hacia atrás (claro ¿sino que dirían los demás, que no te gustan las mujeres?), las señoras no pueden más que mirarla con desaprobación (fruncen el seño y mueven la cabeza) y los bodegueros hacen un pasillo humano para que la joven (con escote y minifalda, que ambos parecen llegar hasta el ombligo) pueda pasar y escuchar sus no muy pudorosas invitaciones. La joven ha causado revuelo, talvez más del que se proponía, pero hay cosas que sí disfruta (aunque es obvio que otras no le son agradables) como el romper las normas y la tranquilidad, que tan de moda está en esta sociedad eso de “hacer la diferencia”, “salirse del montón”, claro siempre cuidando el gesto desdeñoso y que la sombrillita no salpique su cabello-aplanchado-de-salón.
La joven se cansó de ser objeto igual a todos, una pieza más igual a la multitud de esta acera; una pieza de la producción que es igual no en la igualdad de los seres humanos, sino en la igualdad de los objetos que se desplazan sin más remordimiento. Ella se cansó y parece que quiso ser distinta por un momento, por una tarde, por algunas aceras; quiso romper la monotonía con sus pasos y parece que hasta cierto punto lo logró… aunque esto le significara convertirse en otro tipo de objeto para sus nuevos “admiradores”...

Sueño matutino uno

Mientras ella observaba la erratica danza de los dedos sobre el teclado diminuto de esta computadora, la mente empezó a volar entre los techos descoloridos de esta pequeña-sucia ciudad.
Es obvio no consigo controlar ni el teclado, ni las manos que controlan las estrellas de los lugares lejanos en que habitan los silencios del boicot.
Sin embargo, las esperanzas no me las quitan, mientras existan palabras y los espacios en donde los silencios no pueden corromper a las manos que crecen en la noche clara de la realidad. “el cielo pronto aclarará” mientras tanto no esperaremos la mañana, con los ojos perdidos-hundidos en el horizonte que no revivirá hasta que dejemos de soñar-dormir y empezemos a vivir-soñar de verdad.
-¿qué hacés, no debés estar arreglandote para salir?, se te hace tarde
Y el sueño se disipó en la pantalla, pero una idea vaga creo que me quedó suspendida en los dedos…

C. del Valle

Sunday, July 01, 2007

Tarde de sol (2do piso en la capital)

Camila está loca. Carlos también. Hoy se estresaron mucho y casi pelean. No soy dios, es cierto; sólo soy el que soy. Es decir: yo. Está bien, ya no me desligo. Vós estás loca, yo también. Felices todos? Sólo es que casi me matás con tanto eso no, mejor lo otro pero eso otro no me gusta así que cambiálo por aquello, pero a aquello le falta lo que borraste… Camila está un poco loca, pero hermosa. Yo, Carlos, estoy más loco que dios, total puedo ser un loco dios en este micro universo de las letras, de las mías, de estos dibujitos como patitas de insecto, que recrean lo que pasa en el universo pequeñito que llevamos dentro; puedo ser dios en esta radiografía de pensamiento-insecto. Sí, ahora me creo dios. Un dios de insectos.
El cuarto sin aspirar me está dando alergia, estornudo como abejón dentro de una cebolla, diría Camila. Achú, y todo vuela. Achú, achú. Se me pierde el cartón del jugo de naranja entre el desorden del escritorio. Jugo de naranja para calmar la sed, el calor quiere crecer fértil en el día de hoy. Lo que me parece más curioso es esta situación: ¿será que el día para cortarle el agua a los morosos lo eligen en base al pronóstico del tiempo? Sí, porque siempre es cuando hace más calor. Sin embargo me cuesta creer mi propia tesis, tiene un gran defecto: el pronóstico del meteorológico nunca acierta. Bueno o casi nunca; porque si nunca acertaran, es decir, si dijeran va a llover y hace sol (o al contrario), pues sería como una forma de acertar. Así que casi nunca funciona el bendito pronóstico, o sea es un enigma el tiempo. En realidad creo que esto funciona así: se reúne el sol con la lluvia, las nubes, los vientos y cualquier otro bombetas climatológico; se sientan a ver el pronóstico del tiempo y luego lanzan los dados, o una perinola, o giran una ruleta, no sé, algo semejante; luego deciden (ellos o la suerte) cómo será el día. A veces no se ponen del todo de acuerdo y el día es repartido en horas de tiempo irregular, obviamente también rifadas. Síp, esta teoría me convence más.
Pero toda esta parla se debe una sóla cuestión: debo escribir cerca de página y media diaria (sacando cálculos muy mecánicos) para completar la novela corta que quiero contar, justo a tiempo para el certamen de literatura. Sin embargo, ni siquiera estoy avanzando, pierdo el tiempo en relatar estas otras cosas. No importa. Talvez así se me suelta la lengua. O los dedos…
Saludos,
Carlos Del Valle.