Tuesday, January 08, 2013

Capítulo V. Acto II, escena I (o "Plazoleta")

En la pequeña plazoleta sólo caben un árbol, un farol y dos amantes. De hecho los amantes están en la esquina de la plazoleta, ella sobre el césped y él de pie en la calle. Se miran frente a frente, tienen una conversación de esas que no se pueden conocer, pero que uno llega a intuir que es un asunto complicado. Casi se puede adivinar a la distancia que ella tiene los ojos aguados, y él intenta evitar que llore.

Ella lo abraza, rodea su cuello con sus brazos y él hace lo mismo al rededor de su cintura. Se miran en silencio durante un momento, se despiden, se vuelven a abrazar y se vuelven a despedir. No quieren dejarse, no quieren que el otro se vaya de nuevo.

Yo camino por la calle que desemboca a la plaza y trato de obviar la escena. Él finalmente decide que ya es hora, ella mira el celular que tiene en la mano y responde una llamada. Le indica a alguien al otro lado de la línea que ya está de camino. Cuelga.

Ella camina hacia el otro lado de la plazoleta, él la observa un rato y se va.

Antes que ella desaparezca por el camino, él se vuelve y con un grito la llama. Ella reacciona, hay lágrimas en sus ojos, voltea hacia la plazoleta. Él le grita "Recuerde, la noche es suya", y ella se lleva una mano al pecho, la otra a la boca y muerde su puño.

"Chao" contesta con una sonrisa. Él sacude la mano en despedida. Da media vuelta y sigue su camino.

Yo continúo hasta la parada del autobús. Hace rato que perdí de vista a ambos, pero mientras esperaba lo vi subir por la calle. Paso triste pero extrañamente alegre, una sensación inefable que sólo los que lo han sentido lo pueden comprender. Como cuando se sabe perdida la esperanza pero por algún extraño motivo nos gusta jugar a las posibilidades, como apostarle a lo más remoto y sentirse eufórico por eso.

Aquí debo hacer una aclaración: Cuando el protagonista de nuestra historia llegó hasta lo claro de la parada del autobús, me di cuenta que en realidad era una chica. Esto no cambia en nada el sentido de la historia, pero creo que es justo para con ellas hacer la aclaración.

Así acaba la historia, ambos tomamos el autobús cada quién en su asiento, mirando por su ventana. Pensando en su propia historia, en lo que nadie nos quitará aunque nos quiten todo. Con cierta complicidad nos vimos al bajar, con cierta mirada de identificación. "No conozco su historia, pero yo sé lo que es eso" pensé, y ella asintió con una medio sonrisa.

Thursday, January 03, 2013

Capítulo V. Acto I, escena III


Ya sé que era una mala idea. Siempre se me ocurren malas ideas cuando se trata de temas tan escabrosos. De un lado de la mesa estaba ella, del otro yo y en el medio algo como roto.

Para solventar el problema, lancé a la mesa las mejores piedras que llevaba en el bolsillo. No funcionó. Por el contrario, cuando ella empezó a llorar me dí cuenta que estos asuntos no siempre funcionan igual. Y que además, nunca entendí bien cómo funcionan. "Creo que la piedra pegó donde no debía".

Así que hice un esfuerzo desesperado por solucionar el problema mayor que había causado. Pagamos la cuenta y salimos a la calle.

-Hagamos un trato.

-Decíme.

-Te invito a un café.

-No, ahí está mi taxi.

A penas si se despidió, y corrió. No sin antes decirme de nuevo lo que me dijo al llegar: "Antonio, sos bastante raro. De las personas más raras que he conocido". Sólo que en esta ocasión no quedó duda de si era un halago o una maldición.