Thursday, January 03, 2013

Capítulo V. Acto I, escena III


Ya sé que era una mala idea. Siempre se me ocurren malas ideas cuando se trata de temas tan escabrosos. De un lado de la mesa estaba ella, del otro yo y en el medio algo como roto.

Para solventar el problema, lancé a la mesa las mejores piedras que llevaba en el bolsillo. No funcionó. Por el contrario, cuando ella empezó a llorar me dí cuenta que estos asuntos no siempre funcionan igual. Y que además, nunca entendí bien cómo funcionan. "Creo que la piedra pegó donde no debía".

Así que hice un esfuerzo desesperado por solucionar el problema mayor que había causado. Pagamos la cuenta y salimos a la calle.

-Hagamos un trato.

-Decíme.

-Te invito a un café.

-No, ahí está mi taxi.

A penas si se despidió, y corrió. No sin antes decirme de nuevo lo que me dijo al llegar: "Antonio, sos bastante raro. De las personas más raras que he conocido". Sólo que en esta ocasión no quedó duda de si era un halago o una maldición.

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