Camila está loca. Carlos también. Hoy se estresaron mucho y casi pelean. No soy dios, es cierto; sólo soy el que soy. Es decir: yo. Está bien, ya no me desligo. Vós estás loca, yo también. Felices todos? Sólo es que casi me matás con tanto eso no, mejor lo otro pero eso otro no me gusta así que cambiálo por aquello, pero a aquello le falta lo que borraste… Camila está un poco loca, pero hermosa. Yo, Carlos, estoy más loco que dios, total puedo ser un loco dios en este micro universo de las letras, de las mías, de estos dibujitos como patitas de insecto, que recrean lo que pasa en el universo pequeñito que llevamos dentro; puedo ser dios en esta radiografía de pensamiento-insecto. Sí, ahora me creo dios. Un dios de insectos.
El cuarto sin aspirar me está dando alergia, estornudo como abejón dentro de una cebolla, diría Camila. Achú, y todo vuela. Achú, achú. Se me pierde el cartón del jugo de naranja entre el desorden del escritorio. Jugo de naranja para calmar la sed, el calor quiere crecer fértil en el día de hoy. Lo que me parece más curioso es esta situación: ¿será que el día para cortarle el agua a los morosos lo eligen en base al pronóstico del tiempo? Sí, porque siempre es cuando hace más calor. Sin embargo me cuesta creer mi propia tesis, tiene un gran defecto: el pronóstico del meteorológico nunca acierta. Bueno o casi nunca; porque si nunca acertaran, es decir, si dijeran va a llover y hace sol (o al contrario), pues sería como una forma de acertar. Así que casi nunca funciona el bendito pronóstico, o sea es un enigma el tiempo. En realidad creo que esto funciona así: se reúne el sol con la lluvia, las nubes, los vientos y cualquier otro bombetas climatológico; se sientan a ver el pronóstico del tiempo y luego lanzan los dados, o una perinola, o giran una ruleta, no sé, algo semejante; luego deciden (ellos o la suerte) cómo será el día. A veces no se ponen del todo de acuerdo y el día es repartido en horas de tiempo irregular, obviamente también rifadas. Síp, esta teoría me convence más.
Pero toda esta parla se debe una sóla cuestión: debo escribir cerca de página y media diaria (sacando cálculos muy mecánicos) para completar la novela corta que quiero contar, justo a tiempo para el certamen de literatura. Sin embargo, ni siquiera estoy avanzando, pierdo el tiempo en relatar estas otras cosas. No importa. Talvez así se me suelta la lengua. O los dedos…
Saludos,
Carlos Del Valle.
El cuarto sin aspirar me está dando alergia, estornudo como abejón dentro de una cebolla, diría Camila. Achú, y todo vuela. Achú, achú. Se me pierde el cartón del jugo de naranja entre el desorden del escritorio. Jugo de naranja para calmar la sed, el calor quiere crecer fértil en el día de hoy. Lo que me parece más curioso es esta situación: ¿será que el día para cortarle el agua a los morosos lo eligen en base al pronóstico del tiempo? Sí, porque siempre es cuando hace más calor. Sin embargo me cuesta creer mi propia tesis, tiene un gran defecto: el pronóstico del meteorológico nunca acierta. Bueno o casi nunca; porque si nunca acertaran, es decir, si dijeran va a llover y hace sol (o al contrario), pues sería como una forma de acertar. Así que casi nunca funciona el bendito pronóstico, o sea es un enigma el tiempo. En realidad creo que esto funciona así: se reúne el sol con la lluvia, las nubes, los vientos y cualquier otro bombetas climatológico; se sientan a ver el pronóstico del tiempo y luego lanzan los dados, o una perinola, o giran una ruleta, no sé, algo semejante; luego deciden (ellos o la suerte) cómo será el día. A veces no se ponen del todo de acuerdo y el día es repartido en horas de tiempo irregular, obviamente también rifadas. Síp, esta teoría me convence más.
Pero toda esta parla se debe una sóla cuestión: debo escribir cerca de página y media diaria (sacando cálculos muy mecánicos) para completar la novela corta que quiero contar, justo a tiempo para el certamen de literatura. Sin embargo, ni siquiera estoy avanzando, pierdo el tiempo en relatar estas otras cosas. No importa. Talvez así se me suelta la lengua. O los dedos…
Saludos,
Carlos Del Valle.