Monday, November 14, 2011

El precio


-Que si te hubiera tenido frente a mí
cometo una locura...

Dijo mientras aspiraba lentamente el humo del cigarrillo, largo silencio y después... nada.

-¿A qué te refieres? -preguntó ella

-A que hubiera vendido mis intestinos por besarte. Quizá, me hubiera humillado y pedido perdón por todos los pecados que no he cometido. No sé, hubiera vendido mi alma esa noche si tan sólo hubieras llegado. Quiso el destino que conservara mi integridad y por eso no pudiste llegar, otra vez.

En el cielo, perturbando la tranquilidad de las nubes, cruza una paloma de norte a sur. Él sonrió.

-¿De qué te ríes?

-No me río. Sonrío. Y no te puedo decir con exactitud de qué, sólo me nació al pensarlo todo. Todo lo que pudo ser si esa tarde hubieras aparecido. Me hubiera vuelto loco, hubiera saltado por los aires, hubiera hecho gárgaras con el agua de la fuente de San José, si me lo hubieras pedido. Dichosamente, no fué así... creo.

Ella dio media vuelta y caminó con paso ligero, a los pocos metros se volteó y con las lágrimas a punto de saltar de sus ojos le gritó:

-¡Eres un imbécil!

Él sintió que su corazón se secaba, se encogía. Tembló desde adentro, desde donde más duele. Quiso correr tras ella, pero no lo hizo. Quiso decirle cuánto la amaba, nuevamente saltaría por los aires si ella se lo pidiera pero ya era tarde. Ella había empezado a correr y ya no se veía entre la gente que pasaba por la Plaza de la Cultura, ella se había ido, él la había alejado con un golpe certero. Así nunca más le dolería, o al menos nunca más estaría cerca para que no le quemara su presencia, para que no le doliera su delicioso aroma a flores frescas, para que la tentación de sus caderas nunca más volvieran a quemar sus manos...

-Puede ser que lo sea, puede ser...

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