Monday, July 01, 2013

El caso de la chica de Lima (6)

Teníamos ya 10 minutos desde que nos sirvieron el café. Bueno, café para mí y té verde para ella. Ahora dice que toma té, hace ejercicio en las mañanas y duerme con doble par de medias. Por lo menos mantiene lo de las medias, sino no podría reconocer con quién estoy hablando.

-Carlos, ¿Qué sucede con Matías, está bien?

No contesto, trato de hundir la mirada en el fondo del café. Ella me conoce lo suficiente como para atrapar en el aire una de mis mentiras.

-Yo sabía que no era Matías desde que me citaste aquí -me dice-, yo te dije que no quería caer de nuevo en este juego. Te dije que quería olvidar este pasado.

Su voz refleja la furia contenida, de nuevo. Pero no se le quiebra, eso demuestra que no está molesta conmigo, sino está molesta con ella por caer de nuevo en la misma trampa. Siempre le tiendo esta trampa, siempre viene por el café aunque de antemano sepa que todo es un engaño.

-¿Volviste a beber?

-No, no, no se trata de eso -respondo rápidamente-, solo quería saber cómo estabas, me preocupo por vos.

-No me vengás con ese cuento, que ya es viejo. A ver, ¿es sobre el caso que llevás? Ese, el de la chica de Perú. ¿O es sobre la niña esa que te sigue a todas partes, la del abrigo azul?

-¿Cómo sabés de ella?

-Ay por dios Carlos, yo también me entero de cosas. Tenemos los mismos amigos, ¿recordás? O bueno, a por lo menos todavía me persiguen aunque no los quiera ver... Como sea, ¡estás seguro de lo que hacés?

-Yo no estoy haciendo nada. Ella sólo llegó, y... no sé, se quedó a dormir. Supongo que no tiene casa, o qué sé yo.

-Le regalaste un libro, ¿cierto?...

Nuevamente guardo silencio. Por la calle pasa una vendedora de lotería pregonando el 33, "los últimos para hoy". Miro al cielo y las nubes indican que pronto volverá a llover.

-Carlos, le regalaste un libro. Lo sé. Sos fácil de leer, sólo un poco de práctica y se puede saber cómo te moverás.

-Sí, le regalé uno, pero no es como vos pensás. Sólo lo encontré, ella estaba ahí y se lo dí.

-Como sea, la verdad todavía no sé porqué estoy aquí. Debería dejar de contestarte, siempre me hacés lo mismo. Igual Carlos, deberías buscar rehacer tu vida, yo ya tengo la mía, no quiero saber nada de este pasado, ¿acaso no lo entendés? Por favor, dejá de estarme buscando.

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