Así dormirá el sueño eterno, plácido y cálidamente-frío-de-los-difuntos. Mientras tanto, los perros sin dueño, al acecho de un hogar, buscarán el hueso sin piel para saciar la nostalgia.
En el centro del cielo, nacerá la estrella y finalmente –“por fin”, celebrarán los erudictos de las vocales- el mundo detendrá el suspiro para sonreír de placer.
Del otro lado de la calle, brincarán tres pequeñas ranas y su algarabía trascenderá las fronteras, y en medio de la lluvia del sur, tendremos el permiso –amor- de viajar sin tener que mostrar nuestros pasaportes.
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