La noche no cumplió con refrescar el ambiente. Cerca de las seis de la tarde una corta llovizna cayó en el centro de la ciudad, pero únicamente empeoró el ambiente sofocante. Humedad, calor y poca brisa.
Caminé hacia la banca del parque, estaba seguro que ahí debería esperarme. No podía referirse a otro lugar: el libro de la buhardilla tenía el sello de la librería del frente, el poema marcado hablaba de un parque con muchas palomas, la fotografía que aún llevo en el bolsillo fue sacada ahí. Todo apuntaba a esa banca.
La niña del abrigo azul cordurroy no me acompañó cuando salí. Le dije que fuera conmigo, pero al salir, la vi desde la puerta y seguía flotando por la casa, me miró con indiferencia unos segundos y siguió hacia la cocina.
Cerré sin darle demasiada importancia, pero conforme me voy acercando al parque la expresión de sus ojos me desconcierta. Sigo caminando por el boulevar, hay poca gente en la calle. La mayoría de los negocios han cerrado ya, y pocos son los vendedores ambulantes que aún ofrecen baratijas en las esquinas.
Mientras más me acerco al parque más me pregunto qué me quiso decir con su mirada la niña del abrigo azul.
Llego hasta la esquina del parque. Veo la banca a poca distancia de mí y me detengo. Está vacía, así que enciendo un cigarrillo.
El golpe del humo, exhalar. La noche se presenta sutilmente distinta. Algo no es lo mismo, esa extraña sensación de no saber si realmente estoy aquí, pero lo estoy. Siento mis manos, me clavo una uña en la palma y verifico que estoy aquí.
Una brisa refresca la noche, que sin darme cuenta, ha avanzado ya dos horas y siete cigarros.
"Dejalo así, no entendiste el mensaje", me dice la niña del abrigo, quien me observa desde hace un rato sentada en la fuente.
"Tú sí lo entendiste, ¿Porqué no me dijiste nada?". Preguntarle a ella es una cosa, esperar que conteste es otra muy distinta. La niña se dedica a meter la mano en la fuente y jugar con el agua.
"Los parques son los mejores lugares para encontrar el olvido", me dijo y sonrió.
En realidad es el cuento corto más largo que he visto. Espero algún día termine y si se puede que termine bien.
Wednesday, May 21, 2014
Saturday, May 17, 2014
Tres cantos
Canto primero
Alejandra lo miraba de reojo, desde la otra esquina de la oficina. Alberto lo sabía, pero trataba de disimular su ansiedad. Un par de tardes antes, conversaban sobre el mundo y la poca importancia que le damos a los inmortales cangrejos.
-¿Sabés qué deberíamos hacer? -dijo Alberto mientras saboreaba el café con leche y dos de azúcar-, estaba pensando que deberíamos salir al cine, hay buenas películas que ver. ¿Querés que salgamos este fin de semana?
Ella seguía mirando la plaza por la ventana, desde ese segundo piso estaba absorta en la masa de gente que va y viene huyendo de la lluvia. Las palabras dichas por Alberto en un principio no le significaron nada, solo un eco de una voz conocida, un eco vago, que resuena y rebota desde un rincón lejano. Hasta que finalmente repite para sí los ecos de las palabras, les encuentra el significado y reacciona.
-No, la verdad no. Gracias, pero no. -dice mientras se levanta para pagar la cuenta.
Hoy, en la oficina, luego de mirarse de reojo, deciden salir cada quién a pasear por un lugar distinto, a horas diferentes.
Canto segundo
-¿Entonces nos vemos en domingo?
-No lo creo, el mundo se ha complicado.
-Carlos, decíme si va a salir todo esto, sino mejor dejá de usarlo como excusa.
Una nota, otra nota, el mismo tono. Otra nota resuena y caigo en cuenta que es la llave del fregadero de la cocina, mal cerrada. "Al menos ya tenemos agua de nuevo", pienso. Me doy vuelta sobre mí mismo, en la cama, y escondo la cara debajo de la almohada, huyo de la luz de la ventana.
Tengo 5 mensajes sin leer, un terrible dolor de cabeza y la garganta seca. Dos hora después estoy corriendo por el centro de la capital, buscando el regalo perfecto que nunca le voy a dar a la muchacha del lindo rostro, ella es feliz recogiendo aceitunas, pues.
-Ya he averiguado, parece que nos veremos en martes, más o menos.
-Perfecto, me avisás, para salir de eso de una sola vez.
No omito, que todo este trámite me ha puesto un poco melancólico, pues despierto recordando cosas que tenía enterradas muy dentro. Como la vez que discutimos el origen y extinción de las muñecas de papel.
El fin del siglo, está cerca. Y una buena estrella viene con él.
Canto tercero
-¿Ves aquella estrella?
-Sí, pero si me vas a preguntar, no sé cómo se llama.
-Lástima, siempre he querido aprenderme los nombres de todas.
Sentados en el patio, mirando al cielo, sintieron cómo el universo se volvió pequeño, diminuto. Hoy ambos vagan por países distintos, con la cabeza de medio lado, mirando al cielo y vigilando sus propios pasos. Él a veces sonríe solo, al recordar de golpe un beso, una mano, un encuentro furtivo. Un momento del que nunca estará seguro si lo vivió o simplemente fue parte de otro sueño recurrente.
Alejandra lo miraba de reojo, desde la otra esquina de la oficina. Alberto lo sabía, pero trataba de disimular su ansiedad. Un par de tardes antes, conversaban sobre el mundo y la poca importancia que le damos a los inmortales cangrejos.
-¿Sabés qué deberíamos hacer? -dijo Alberto mientras saboreaba el café con leche y dos de azúcar-, estaba pensando que deberíamos salir al cine, hay buenas películas que ver. ¿Querés que salgamos este fin de semana?
Ella seguía mirando la plaza por la ventana, desde ese segundo piso estaba absorta en la masa de gente que va y viene huyendo de la lluvia. Las palabras dichas por Alberto en un principio no le significaron nada, solo un eco de una voz conocida, un eco vago, que resuena y rebota desde un rincón lejano. Hasta que finalmente repite para sí los ecos de las palabras, les encuentra el significado y reacciona.
-No, la verdad no. Gracias, pero no. -dice mientras se levanta para pagar la cuenta.
Hoy, en la oficina, luego de mirarse de reojo, deciden salir cada quién a pasear por un lugar distinto, a horas diferentes.
Canto segundo
-¿Entonces nos vemos en domingo?
-No lo creo, el mundo se ha complicado.
-Carlos, decíme si va a salir todo esto, sino mejor dejá de usarlo como excusa.
Una nota, otra nota, el mismo tono. Otra nota resuena y caigo en cuenta que es la llave del fregadero de la cocina, mal cerrada. "Al menos ya tenemos agua de nuevo", pienso. Me doy vuelta sobre mí mismo, en la cama, y escondo la cara debajo de la almohada, huyo de la luz de la ventana.
Tengo 5 mensajes sin leer, un terrible dolor de cabeza y la garganta seca. Dos hora después estoy corriendo por el centro de la capital, buscando el regalo perfecto que nunca le voy a dar a la muchacha del lindo rostro, ella es feliz recogiendo aceitunas, pues.
-Ya he averiguado, parece que nos veremos en martes, más o menos.
-Perfecto, me avisás, para salir de eso de una sola vez.
No omito, que todo este trámite me ha puesto un poco melancólico, pues despierto recordando cosas que tenía enterradas muy dentro. Como la vez que discutimos el origen y extinción de las muñecas de papel.
El fin del siglo, está cerca. Y una buena estrella viene con él.
Canto tercero
-¿Ves aquella estrella?
-Sí, pero si me vas a preguntar, no sé cómo se llama.
-Lástima, siempre he querido aprenderme los nombres de todas.
Sentados en el patio, mirando al cielo, sintieron cómo el universo se volvió pequeño, diminuto. Hoy ambos vagan por países distintos, con la cabeza de medio lado, mirando al cielo y vigilando sus propios pasos. Él a veces sonríe solo, al recordar de golpe un beso, una mano, un encuentro furtivo. Un momento del que nunca estará seguro si lo vivió o simplemente fue parte de otro sueño recurrente.
Tuesday, May 06, 2014
Profesión
-Ya veo -dijo mirándonos con extrañeza-, cada uno de ustedes se especializa en algo distinto. Eso es interesante.
Luego de ajustarse las gafas, me examinó con curiosidad. Dudó un segundo antes de volver a hablar.
-Y usted, ¿En qué se especializa? -preguntó.
-En fantasear -contesté con sinceridad.
Luego de ajustarse las gafas, me examinó con curiosidad. Dudó un segundo antes de volver a hablar.
-Y usted, ¿En qué se especializa? -preguntó.
-En fantasear -contesté con sinceridad.
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