Canto primero
Alejandra lo miraba de reojo, desde la otra esquina de la oficina. Alberto lo sabía, pero trataba de disimular su ansiedad. Un par de tardes antes, conversaban sobre el mundo y la poca importancia que le damos a los inmortales cangrejos.
-¿Sabés qué deberíamos hacer? -dijo Alberto mientras saboreaba el café con leche y dos de azúcar-, estaba pensando que deberíamos salir al cine, hay buenas películas que ver. ¿Querés que salgamos este fin de semana?
Ella seguía mirando la plaza por la ventana, desde ese segundo piso estaba absorta en la masa de gente que va y viene huyendo de la lluvia. Las palabras dichas por Alberto en un principio no le significaron nada, solo un eco de una voz conocida, un eco vago, que resuena y rebota desde un rincón lejano. Hasta que finalmente repite para sí los ecos de las palabras, les encuentra el significado y reacciona.
-No, la verdad no. Gracias, pero no. -dice mientras se levanta para pagar la cuenta.
Hoy, en la oficina, luego de mirarse de reojo, deciden salir cada quién a pasear por un lugar distinto, a horas diferentes.
Canto segundo
-¿Entonces nos vemos en domingo?
-No lo creo, el mundo se ha complicado.
-Carlos, decíme si va a salir todo esto, sino mejor dejá de usarlo como excusa.
Una nota, otra nota, el mismo tono. Otra nota resuena y caigo en cuenta que es la llave del fregadero de la cocina, mal cerrada. "Al menos ya tenemos agua de nuevo", pienso. Me doy vuelta sobre mí mismo, en la cama, y escondo la cara debajo de la almohada, huyo de la luz de la ventana.
Tengo 5 mensajes sin leer, un terrible dolor de cabeza y la garganta seca. Dos hora después estoy corriendo por el centro de la capital, buscando el regalo perfecto que nunca le voy a dar a la muchacha del lindo rostro, ella es feliz recogiendo aceitunas, pues.
-Ya he averiguado, parece que nos veremos en martes, más o menos.
-Perfecto, me avisás, para salir de eso de una sola vez.
No omito, que todo este trámite me ha puesto un poco melancólico, pues despierto recordando cosas que tenía enterradas muy dentro. Como la vez que discutimos el origen y extinción de las muñecas de papel.
El fin del siglo, está cerca. Y una buena estrella viene con él.
Canto tercero
-¿Ves aquella estrella?
-Sí, pero si me vas a preguntar, no sé cómo se llama.
-Lástima, siempre he querido aprenderme los nombres de todas.
Sentados en el patio, mirando al cielo, sintieron cómo el universo se volvió pequeño, diminuto. Hoy ambos vagan por países distintos, con la cabeza de medio lado, mirando al cielo y vigilando sus propios pasos. Él a veces sonríe solo, al recordar de golpe un beso, una mano, un encuentro furtivo. Un momento del que nunca estará seguro si lo vivió o simplemente fue parte de otro sueño recurrente.
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