La segunda pista la hallé en un libro viejo "olvidado" en la baranda del balcón. Entrecomillo porque estoy casi seguro que fue puesto ahí adrede, para que yo lo encontrara. La chica del suéter de corduroy azul me sigue a todas partes. Se sienta a mi lado en el bus, come conmigo, pasa el día leyendo en mi oficina y aún así no nos cruzamos palabras. Bueno, en realidad yo sí le hablo, pero ella pocas veces responde y cuando lo hace es con pocas palabras.
Ahora duermo en mi sillón, en la sala de mi propia casa. Le dejé la cama a ella, no hay que ser descortés con las visitas. Aún con esas de las que no conocemos ni su nombre y que no fueron invitadas.
Cuando encontré el libro, la chica del suéter estaba detrás mío. Ella miraba por la otra ventana de la habitación. Creí que estaba concentrada en el nido de viudas del árbol contiguo, hasta que me preguntó qué decía la nota. "Imagino que ya lo sabés, ¿para qué preguntás" le contesté mientras la guardaba en el bolsillo de mi camisa. El libro, un poemario, se lo entregué. "A vos te gustan estos autores surrealistas, te lo regalo".
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