-¿Qué tal la chica?
-Está guapa. Es buena gente y muy joven, pero guapa. Me daría pena por ella, digo, es como muy inocente...
-¿De qué carajos estás hablando?
-De la pianista.
-No te pago por ninguna pianista, me refiero a la chica, a MI chica.
-Sí, lo sé. Sólo que hay gente cerca, no puedo hablar mucho.
-Entiendo. Te llamaré a las siete.
-Por supuesto. Hasta luego.
Al tipo no lo conozco. Bueno, en realidad nunca lo conocí en persona, pero no es la primera vez que le trabajo. Siempre hemos tratado por teléfono, nunca en persona. No tengo ni certeza de cuál es su nombre. Sólo sé que tiene una voz oscura, con cierto arrastre en las palabras. En este negocio todos esos carajos siempre tienen la voz así, oscura. Es como parte del negocio, sino se habla así, no se puede trabajar en esto.
Le ofrezco un café a la chica del suéter. Nos sentamos en La Magdalena. "Aquí hacen sanguche de pollo buenísimo", le digo en lo que viene la mesera.
"Deberías conocer a la pianista. Me produce cierta curiosidad. Es como muy buena gente, quizá. No sé si será eso"
"Admitilo Carlos, ella no está loca", dijo mientra encendía un cigarro serenamente.
"Lo sé, sólo busco abrir un tema"
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