Sunday, October 27, 2013

El caso de la chica de Lima (8)

Luego de la tercera ronda le conté.

-Mirá Al-ber-to: las chicas tienen ese qué sé yo histérico, que cuando  les da por reir no ríen para satisfacer el impulso de reír que vos y yo tenemos. Sino que lo hacen para burlarse de esa cosa que les nace en la boca del estómago y que les hace menear así la cabeza. Estoy seguro que no lo entendés, pero así es. Es pura histeria. Yo odio esa histeria, pero me mata la curiosidad.

-No. No entiendo.

-Bah, tranquilo. Solo te estoy utilizando para desahogarme.

-Bueno.

Un par de días antes, ella y yo nos encontramos solos en las escaleras de la funeraria. Subíamos rápido, pues así es su paso.

-Tomá -le dije con disimulo.

-¿Qué es eso?

-Una flor, ¿Las conoces?

-¿Para el muerto?

-No, para vos.

-No me jodás.

-En serio. Ya te dije, andaba en la floristería para encargar el arreglo del muerto. Y te compré una flor.

-Uno no anda regalando flores en los funerales. A menos que sea el muerto.

-Mmm... Entonces me traés muerto.

-Ese es el peor piropo que he recibido.

Esa noche cuando regresé a mi casa, la chica del abrigo de corduroy azul me esperaba en el balcón. Abrí la puerta, llegué al balcón. Encendí un cigarrillo a oscuras y me paré al lado de ella, mirando la calle en actitud similar a la suya.

-¿Qué mirás? -le dije.

-¿Cuántos callejones solitarios conocés? -su manera particular de preguntar cosas que nunca entiendo.

Café

"-Mirá, entre todos los juegos que jugamos, me gustaría variar solo por hoy. Si te parece.

-¿A qué te referís?

-A que juguemos a mirarnos de frente, sin mantener la compostura.

-Prefiero seguir jugando a el gato y a el ratón".

Monday, October 07, 2013

Volver

"Cerró la puerta, para que ella pudiera tocar de nuevo y despedirse"
Alfredo Solano

Sunday, September 15, 2013

El caso de la chica de Lima (7)

Ella no quería que la encontraran. Sin embargo, no huyó de la tentación de dejarme pistas. "El balcón es un poco frío para sentarse a leer", decía la última nota que encontré debajo de la puerta de mi oficina.

Conoce dónde vivo, conoce dónde trabajo, me observa. Yo no conozco más que lo que ella deja que descubra en mi investigación.

La niña del abrigo azul hoy se sentó en el borde del balcón, mientras yo leía. "Alguna vez has soñado que vuelas", me preguntó. Su pregunta me sorprendió, no solo porque fue justo lo que soñé la noche anterior, sino porque era la primera vez que hablaba con tanta soltura y hasta puede decirse que confianza. "Yo lo sueño a menudo. Corro por la ciudad y me elevo sobre los edificios, llego al campo y desciendo entre los árboles de un gran bosque".

Quedo absorto, imaginándola en el bosque, un ensueño que me mezcla a mí y a ella. Una alquimia indescriptible.

Cuando regreso del sueño, la chica se ha ido. No sé si volverá, pues la busqué por toda la casa sin encontrarla.

Salgo a pasear esta noche. Recorro las calles de la ciudad buscando un poco de aire, un poco de vida nocturna para refrescarme. Telefoneo a la muchacha linda de la otra noche, la que me dio posada y un poco de cariño.

-Carlos, no quiero que sigamos "saliendo" -me contestó.

Era de imaginar. Era de suponerlo. No siempre es bueno tomar este veneno en pequeñas dosis. Así que asumo mi incapacidad de querer más allá de las noches enfermas, y camino de regreso a mi apartamento. Calles vacías parecen molestarse con el eco de mis pasos. Llego hasta mi puerta y encuentro otra nota. La guardo sin mirar en mi abrigo. Un viento fuerte sopla desde el sur del planeta, sacude los techos, hace gemir las paredes y recuerdo lo pequeño, lo leve es el "ser".

Tuesday, August 20, 2013

Ventana

Ella custodiaba su lunar, siempre desconfiada. siempre alerta. Yo me paseaba por el frente del lugar, como siempre, pensando en burlar la hora de la cena.

Desde fuera la ví por la ventana, de piernas cruzadas y alejando miradas que le llovían de la barra. Con su particular don inútil de sumergirse en los colores llamativos de las bombillas, la noche tomaba un giro más interesante.

Despacio, sin prisa pero agitado, caminé el pasillo de la entrada, que se me hizo eterno. Llegué a su mesa y frente a ella le recité: "Hace tres noches me desperté, con la boca seca, exhalando nostalgias. Esta noche encuentro en esta mesa, una luz que quizás me devuelva la alegría, un calor que aleje la tristeza".

Sonriente, -hay que admitirlo, fue amable en todo momento- se levantó y me besó. Salió con calma del bar y esa noche no se despidió.

Monday, August 12, 2013

Complicidades

El hecho es que era la tercera vez, en el mes, que me lo decían con la complicidad que asesina a la duda "Carlos, la verdad es que sos un tipo un poco raro, es decir, no sos muy común".

Fumamos un rato y luego nos echamos a reír.

Monday, July 01, 2013

El caso de la chica de Lima (6)

Teníamos ya 10 minutos desde que nos sirvieron el café. Bueno, café para mí y té verde para ella. Ahora dice que toma té, hace ejercicio en las mañanas y duerme con doble par de medias. Por lo menos mantiene lo de las medias, sino no podría reconocer con quién estoy hablando.

-Carlos, ¿Qué sucede con Matías, está bien?

No contesto, trato de hundir la mirada en el fondo del café. Ella me conoce lo suficiente como para atrapar en el aire una de mis mentiras.

-Yo sabía que no era Matías desde que me citaste aquí -me dice-, yo te dije que no quería caer de nuevo en este juego. Te dije que quería olvidar este pasado.

Su voz refleja la furia contenida, de nuevo. Pero no se le quiebra, eso demuestra que no está molesta conmigo, sino está molesta con ella por caer de nuevo en la misma trampa. Siempre le tiendo esta trampa, siempre viene por el café aunque de antemano sepa que todo es un engaño.

-¿Volviste a beber?

-No, no, no se trata de eso -respondo rápidamente-, solo quería saber cómo estabas, me preocupo por vos.

-No me vengás con ese cuento, que ya es viejo. A ver, ¿es sobre el caso que llevás? Ese, el de la chica de Perú. ¿O es sobre la niña esa que te sigue a todas partes, la del abrigo azul?

-¿Cómo sabés de ella?

-Ay por dios Carlos, yo también me entero de cosas. Tenemos los mismos amigos, ¿recordás? O bueno, a por lo menos todavía me persiguen aunque no los quiera ver... Como sea, ¡estás seguro de lo que hacés?

-Yo no estoy haciendo nada. Ella sólo llegó, y... no sé, se quedó a dormir. Supongo que no tiene casa, o qué sé yo.

-Le regalaste un libro, ¿cierto?...

Nuevamente guardo silencio. Por la calle pasa una vendedora de lotería pregonando el 33, "los últimos para hoy". Miro al cielo y las nubes indican que pronto volverá a llover.

-Carlos, le regalaste un libro. Lo sé. Sos fácil de leer, sólo un poco de práctica y se puede saber cómo te moverás.

-Sí, le regalé uno, pero no es como vos pensás. Sólo lo encontré, ella estaba ahí y se lo dí.

-Como sea, la verdad todavía no sé porqué estoy aquí. Debería dejar de contestarte, siempre me hacés lo mismo. Igual Carlos, deberías buscar rehacer tu vida, yo ya tengo la mía, no quiero saber nada de este pasado, ¿acaso no lo entendés? Por favor, dejá de estarme buscando.

Saturday, May 04, 2013

El caso de la chica de Lima (5)

Es raro despertarse así. En medio de la noche, por un sueño que no comprendo, con una chica a la que he visto sólo en las fotografías que me aportaron para el caso. También es cierto es que dormir en el sillón no favorece a un sueño cómodo.

Busco un vaso de agua y me sorprendo de ver a la chica del abrigo de corduroy meditando en la semi oscuridad.

-¿Qué carajos estás haciendo?

Con ese estilo muy suyo, me mira, ladea la cabeza y vuelve a cerrar los ojos sin contestar. Me sirvo el agua, y regreso a mi sillón. "Diez para las tres" -pienso- "debería salir a caminar para despejarme un poco".

Mientras camino, saco del bolsillo de mi abrigo la foto de la chica de Lima y y escudriño esa sonrisa misteriosa, tratando de encontrar una respuesta, algo que me indique hacia dónde debo dirigir mi búsqueda. Yo vuelto un manojo de dudas, enredado por dentro, y ella tan cálida en una imagen tan fría, de pie junto a una excavación, sosteniendo una pala muy graciosa.

"Un momento, ¿esta foto dónde fue tomada?"

Sunday, April 28, 2013

El caso de la chica de Lima (4)

-¿La chica quién es?

-No lo sé, me sigue desde hace tres días.

-¿No querrá que la invite a una cerveza?

-No lo creo, no le caen bien los idiotas.

-Es bueno ver que no has cambiado. No confío en ella.

-Arturo, confío más en ella que en vos, y de ella no sé ni el nombre.

-Eso es distinto, porque vos me conocés.

-Volviendo, ¿qué sabés de la chica?

-No mucho. ¿Te involucrarás de nuevo? Siempre que lo hacés terminás mal y hay que salir a barrer los vidrios.

-No, esta vez es sólo trabajo.

-Perfecto, porque no queremos verte con la capa y los calzoncillos por fuera... Nena, ¿querés una cerveza?

Friday, April 26, 2013

El caso de la chica de Lima (3)

-¿Qué tal la chica?

-Está guapa. Es buena gente y muy joven, pero guapa. Me daría pena por ella, digo, es como muy inocente...

-¿De qué carajos estás hablando?

-De la pianista.

-No te pago por ninguna pianista, me refiero a la chica, a MI chica.

-Sí, lo sé. Sólo que hay gente cerca, no puedo hablar mucho.

-Entiendo. Te llamaré a las siete.

-Por supuesto. Hasta luego.

Al tipo no lo conozco. Bueno, en realidad nunca lo conocí en persona, pero no es la primera vez que le trabajo. Siempre hemos tratado por teléfono, nunca en persona. No tengo ni certeza de cuál es su nombre. Sólo sé que tiene una voz oscura, con cierto arrastre en las palabras. En este negocio todos esos carajos siempre tienen la voz así, oscura. Es como parte del negocio, sino se habla así, no se puede trabajar en esto.

Le ofrezco un café a la chica del suéter. Nos sentamos en La Magdalena. "Aquí hacen sanguche de pollo buenísimo", le digo en lo que viene la mesera.

"Deberías conocer a la pianista. Me produce cierta curiosidad. Es como muy buena gente, quizá. No sé si será eso"

"Admitilo Carlos, ella no está loca", dijo mientra encendía un cigarro serenamente.

"Lo sé, sólo busco abrir un tema"

El caso de la chica de Lima (2)

La segunda pista la hallé en un libro viejo "olvidado" en la baranda del balcón. Entrecomillo porque estoy casi seguro que fue puesto ahí adrede, para que yo lo encontrara. La chica del suéter de corduroy azul me sigue a todas partes. Se sienta a mi lado en el bus, come conmigo, pasa el día leyendo en mi oficina y aún así no nos cruzamos palabras. Bueno, en realidad yo sí le hablo, pero ella pocas veces responde y cuando lo hace es con pocas palabras.

Ahora duermo en mi sillón, en la sala de mi propia casa. Le dejé la cama a ella, no hay que ser descortés con las visitas. Aún con esas de las que no conocemos ni su nombre y que no fueron invitadas.

Cuando encontré el libro, la chica del suéter estaba detrás mío. Ella miraba por la otra ventana de la habitación. Creí que estaba concentrada en el nido de viudas del árbol contiguo, hasta que me preguntó qué decía la nota. "Imagino que ya lo sabés, ¿para qué preguntás" le contesté mientras la guardaba en el bolsillo de mi camisa. El libro, un poemario, se lo entregué. "A vos te gustan estos autores surrealistas, te lo regalo".

Wednesday, April 24, 2013

El caso de la chica de Lima (1)

No lo soporté más, y tuve que vomitar. Dos veces, seguidas. La primera fue al leer las noticias, entre ellas estaba un recorte de periódico que decía "En un lugar de La Mancha ^_^". Esto conllevó evidentemente a atar los cabos sueltos, como los cordones de los zapatos. Ahí fue cuando tuve que vomitar por segunda vez, al mirar la hora y reconocer que era la misma acá que allá.

Esto me sucede cada vez que me involucro en un caso similar. Para el santo oficio de la investigación hay que tener estómago de acero, ya me lo habían dicho. Sobre todo cuando se trata de seguirle las huellas a las chicas de Lima. Es como comer pan de centeno con un dolor de muelas.

El caso era difícil desde un inicio y eso hay que reconocerlo. Lo supe antes de tomarlo y lo confirmé a penas empecé las primeras indagaciones. No faltó más que reconocer a los testigos para saber que no iban a hablar. Mas aún no me queda claro para qué llegó esa noche la muchacha del suéter corduroy azul. Me buscó para hablar del caso, me llamó, entró a mi oficina y sin embargo no dijo ni una palabra.

Llegó, dijo saber mucho y no quiso decir nada. Parecía preocupada pero satisfecha a su vez por la desaparición de la chica de Lima...

Sunday, March 03, 2013

Ultimátum

Durante un año se presentó a mi puerta, puntalmente cada quincena a entregar un ultimátum.

"Es posible que esta sea la última vez que sepas de mí. Es posible, es muy probable, que me canse definitivamente y regrese a mi casa, a mi vieja vida." -se leía en su carta cada mes.

La tarde que esperé que llegara por un café, no fue nada excepcional. Una tarde fría como todas, oscura como es la rutina en esta montaña. Sin embargo, algo en el aire me parecía que había cambiado. Una sensación inexplicable de algo roto. No sé realmente si era el aire o era dentro de mi pecho donde nacía ese sabor metálico de derrota que inundaba el cielo.

Cada mes, tras recibir el ultimátum la perseguía como un loco por todas las esquinas en las que decidía esconderse. Le dejaba cartas larguísimas, le dejaba flores en las esquinas que sabía ella recorrería a la mañana siguiente, le mandaba versos adornados con los nombres de poetas ficticios, le declaraba mil teorías sobre cuán posible y necesario era el amor.

Pero esa tarde tuve un mal presentimiento. "¿Y si sólo por una vez, imagino la situación inversa. Imagino que soy yo quien le digo que estoy a punto de mandarlo todo al carajo y volver a la casa vieja, al lugar de donde salí, al regazo muerto de mi vida pasada?" -pensé sin saber que desataría un torbellino capaz de volarme las palabras, capaz de llevarse mis llaves, de revolver mis entrañas.

Luego de ver tal desastre, decidí sentarme y esperar que volviera. Esperar como siempre, esperar como lo he hecho durante un año. Sin embargo, el mal presentimiento no mermó, sino que cada hora, cada paso que doy dentro de esta fría casa parece hacer más grande este triste presagio. Y lo que sucede cuando los presentimientos crecen así, todo el mundo lo sabe: niegan su propia esencia y se vuelven terribles realidades.

Saturday, February 02, 2013

El café de la esquina


-¿Que dónde has estado? -preguntó ella- Hace siglos que no escribes.

-Y hace meses que manejo un carácter del demonio -contesté.

-Bueno, vení, tomemos un café...

-Estás loca. Yo estoy loco.

-¿Cómo sabes que estoy loca?

-Debes estarlo, sino no hubieras venido.

-Espera, ¿eso es de un libro?

-Pues qué mejor para iniciar esta conversación, que ya es como de novela. Un café negro, sin azúcar, y un té con leche para la señorita.

Tuesday, January 08, 2013

Capítulo V. Acto II, escena I (o "Plazoleta")

En la pequeña plazoleta sólo caben un árbol, un farol y dos amantes. De hecho los amantes están en la esquina de la plazoleta, ella sobre el césped y él de pie en la calle. Se miran frente a frente, tienen una conversación de esas que no se pueden conocer, pero que uno llega a intuir que es un asunto complicado. Casi se puede adivinar a la distancia que ella tiene los ojos aguados, y él intenta evitar que llore.

Ella lo abraza, rodea su cuello con sus brazos y él hace lo mismo al rededor de su cintura. Se miran en silencio durante un momento, se despiden, se vuelven a abrazar y se vuelven a despedir. No quieren dejarse, no quieren que el otro se vaya de nuevo.

Yo camino por la calle que desemboca a la plaza y trato de obviar la escena. Él finalmente decide que ya es hora, ella mira el celular que tiene en la mano y responde una llamada. Le indica a alguien al otro lado de la línea que ya está de camino. Cuelga.

Ella camina hacia el otro lado de la plazoleta, él la observa un rato y se va.

Antes que ella desaparezca por el camino, él se vuelve y con un grito la llama. Ella reacciona, hay lágrimas en sus ojos, voltea hacia la plazoleta. Él le grita "Recuerde, la noche es suya", y ella se lleva una mano al pecho, la otra a la boca y muerde su puño.

"Chao" contesta con una sonrisa. Él sacude la mano en despedida. Da media vuelta y sigue su camino.

Yo continúo hasta la parada del autobús. Hace rato que perdí de vista a ambos, pero mientras esperaba lo vi subir por la calle. Paso triste pero extrañamente alegre, una sensación inefable que sólo los que lo han sentido lo pueden comprender. Como cuando se sabe perdida la esperanza pero por algún extraño motivo nos gusta jugar a las posibilidades, como apostarle a lo más remoto y sentirse eufórico por eso.

Aquí debo hacer una aclaración: Cuando el protagonista de nuestra historia llegó hasta lo claro de la parada del autobús, me di cuenta que en realidad era una chica. Esto no cambia en nada el sentido de la historia, pero creo que es justo para con ellas hacer la aclaración.

Así acaba la historia, ambos tomamos el autobús cada quién en su asiento, mirando por su ventana. Pensando en su propia historia, en lo que nadie nos quitará aunque nos quiten todo. Con cierta complicidad nos vimos al bajar, con cierta mirada de identificación. "No conozco su historia, pero yo sé lo que es eso" pensé, y ella asintió con una medio sonrisa.

Thursday, January 03, 2013

Capítulo V. Acto I, escena III


Ya sé que era una mala idea. Siempre se me ocurren malas ideas cuando se trata de temas tan escabrosos. De un lado de la mesa estaba ella, del otro yo y en el medio algo como roto.

Para solventar el problema, lancé a la mesa las mejores piedras que llevaba en el bolsillo. No funcionó. Por el contrario, cuando ella empezó a llorar me dí cuenta que estos asuntos no siempre funcionan igual. Y que además, nunca entendí bien cómo funcionan. "Creo que la piedra pegó donde no debía".

Así que hice un esfuerzo desesperado por solucionar el problema mayor que había causado. Pagamos la cuenta y salimos a la calle.

-Hagamos un trato.

-Decíme.

-Te invito a un café.

-No, ahí está mi taxi.

A penas si se despidió, y corrió. No sin antes decirme de nuevo lo que me dijo al llegar: "Antonio, sos bastante raro. De las personas más raras que he conocido". Sólo que en esta ocasión no quedó duda de si era un halago o una maldición.