Sunday, November 06, 2016

La chica de Lima (14)

Tengo un gato. Al final, lo adopté y él hace las veces de un ser que me espera en casa, al menos para que lo alimente.

La niña del abrigo azul cordurroy no se siente muy cómoda con él. Anoche mientras cenaba a oscuras en la sala, ella apareció sentada en el sillón a mis espaldas.

-Te dije que no debías tener un gato.

Le contesté que lo sabía, pero que igual lo adopté porque necesitaba alguien con quién hablar y que al menos me mirara. Como de costumbre no contestó y siguió jugando con sus pies.

-Lo que sí sabías era que fracasarías. No tenías ninguna posibilidad con ella. Yo lo sabía, pero siempre haces lo incorrecto y peor aún es que nunca me haces caso.

En esta ocasión no le contesté. Me irritó lo suficiente como para tener que controlarme y no contestar.

Cuando terminé de cenar, le ofrecí algo de comer. Ella ya no estaba. El gato salió del cuarto maullando, donde había estado encerrado.

La niña tenía razón. Hice un largo viaje sin ninguna posibilidad de salir airoso. Sabía de antemano que iba a estrellarme. Ella tenía el viento a su favor, un vestido de flores y un pintalabios rosado que adornaba más su sonrisa.

En cambio yo, tenía un traje gris y un pantalón ajado, eso sin contar los agujeros en mi alma. Al final, la niña ganó su apuesta sin siquiera formularla.

Cita para 3

Ella llevaba un vestido de flores, un pintalabios rosado y una linda sonrisa, cuando sonreía que no fue muy frecuente durante toda la tarde.

En cambio yo tenía mi pantalón de corduroy ajado, una guayabera azul llena de pelos de gato y un enyucado en bolsa de papel que compré en el camino, guardado en el bolso.

Con el café, ella se pidió una bandeja de preguntas y una ráfaga de reproches. Yo sólo intenté sobrevivir con mis manos sudorosas y mi cuaderno lleno de posibles temas de conversación.

Así regresé por el mismo túnel por donde había partido, reflexionando en el bus sobre los motivos para mi viaje.

Bajé en la estación, con las ilusiones agujereadas y pagando una multa al chofer por la sobrecarga de los problemas con los que regresé.

Sunday, October 16, 2016

El caso de la chica de Lima (13)

-¿Vendrás esta noche?

Del otro lado de la línea una voz contestaba alguna historia un tanto inverosímil, un tanto rebuscada pero que dejaba la duda siempre, sobre todo porque conozco su vida y no es como ninguna que haya conocido anteriormente.

Colgué el teléfono y decidí comer fuera esa noche, en el bar de costumbre. Unos garbanzos y unas cervezas, lo de siempre. La mesera es amiga entrañable, de muchos años de andanzas por lugares perdidos, de miles de noches en este sitio y complicidades que sólo los que han atendido detrás de una barra pueden entender.

-¿Hoy venís solo?, -dijo con un tono que más que inquisidor lo sentí como una palmada cómplice en el hombro.

Salí tarde del bar. Era más de medianoche y la ciudad se había envuelto en una neblina densa. El invierno había llegado con una lluvia intensa por días completos, pero la neblina no había faltado en algunas noches.

-No sé cómo hacés para seguirla llamando.

Esa voz la conozco. Tengo cerca de un año de no escucharla pero la reconocería en cualquier lugar. Me detengo en la acera, cerca del parque donde la vi por primera vez. Volteo y ahí está, jugando una especie de rayuela sobre los bloques de cemento que bordean la fuente.

-¡Niña!

Se detuvo en medio de su salto. Bajó lentamente a tierra, mirando al suelo hizo silencio durante unos segundos, como si meditara mi palabra.

-¿A quién esperabas?, contestó irritada.

Esta era la segunda ocasión en tantos años que respondía de manera más o menos directa a una pregunta.

Le expliqué que simplemente me sorprendía volverla a ver. Creí que se había marchado y hasta cuestioné si realmente había estado en alguna ocasión o si solamente era un invento mío para lidiar con mis problemas. Hice un largo monólogo atropellado, tratando de no parecer un loco que se aferra a alguien conocido en medio de un extenso sentimiento de soledad.

La niña del abrigo azul corduroy se sentó sobre la fuente, balanceaba su pies mientras hacía flotar dos piedras sobre el agua.

-Vámonos ya, tengo frío.

Como de costumbre, seguí caminando solo por el bulevar. En mi casa alisté el sillón con sábanas y un vaso con agua para cuando quisiera llegar, y me fui a dormir. Esa noche dormí tranquilo y de corrido, profundamente y sin malos sueños.

Por la mañana, escuché al motorizado del periódico y desperté temprano para leer las noticias. El sol a penas empezaba a salir y la casa estaba inundada por una luz azulada. Al abrir la puerta de mi cuarto la vi sentada en el mueble desayunador mirando hacia el techo.

-No, no deberías conseguir un gato ni nada así.- Sentenciaba un tanto autoritariamente

-No lo había pensado y no sé a qué te refieres.

Levantó los hombros y siguió tarareando una melodía que hasta ese momento reconocí que había tarareado toda la madrugada.

Sunday, November 15, 2015

El caso de la chica de Lima (12)

Llamé a Alberto esa noche. "Cabrón, ¿dónde está?". Al otro lado de la línea, me contestaba con voz ronca y un tanto entrecortada, ganando la batalla por sus cuerdas vocales al sueño, logró articular una frase completa y coherente "¿Qué pasó? Son las 3 de la mañana".

Media hora después, estábamos en el bar de la esquina en el centro. Realmente era un café de los que atienden veinticuatro horas y venden cerveza, cerca del parque de las palomas.

La noche se mantenía fresca, con un viento que empezaba a anunciar la llegada de diciembre, mientras que por el día aún las lluvias recordaban que el tardío invierno de este año se negaba a renunciar fácilmente.

-Contame, entonces ¿Qué sucede?

-Si yo supiera, no estaríamos acá.

-¿Me llamaste para jugar a los acertijos conmigo?

-No, no. En realidad no sé ni porqué te llamé. Era el único número que me sabía de memoria.

Tomamos un café. Luego siete cervezas para mí y cinco whiskys para él. En algún momento debimos salir y terminé frente a mi casa viendo amanecer.

Intenté abrir la puerta, pero la llave se me resistía. Desde adentro, giraron el mecanismo de la puerta y empujé para abrirla. La niña de abrigo azul corduroy estaba en el sillón leyendo.

Ya no tengo un balcón, ni una sala grande, entonces ella pasa más tiempo leyendo o meditando.

La saludé como de costumbre y como de costumbre no levantó ni la mirada. Caminé hasta la cocina y me preparé un café, mientras le comentaba la última anécdota de Alberto. a sabiendas que no me pondría atención.

Me serví una taza del café y encendí un cigarro, mientras me sentaba en el otro puesto. Ella seguía leyendo, sin prestar atención a ninguno de mis movimientos.

Me quedé dormido sin acabar el café.

-No puedo confiar en nadie. Creo que ni siquiera puedo querer a nadie.

Me despertó una llamada anónima y aún no sé si soñé o si era real la voz que me decía dos frases por el teléfono.

Me invadió el vacío, desde adentro sentí como si fuera una gran bolsa de agua que explota y de golpe se vacía. Luego el silencio. Miro el reloj en la pared y ya son las siete de la noche.

Me calzo el sombrero para la lluvia y tomo mi paraguas, mientras busco los pocos cigarros que me quedan en el bolsillo para salir de nuevo sin rumbo cierto.

Monday, June 15, 2015

Somnolencia


La mañana era fría y las nubes oscurecían el cielo. La sensación húmeda del invierno había invadido la casa. Yo leía en el sillón de tres plazas de la sala, acostado a lo largo y apoyando la cabeza en el descansabrazos. El cielo se oscureció aún más llevándose la claridad que iluminaba mi lectura, así que bajé el libro y lo dejé sobre mi pecho. Mirando hacia arriba, los párpados se me empezaron a cerrar, y el sueño reclamó con vehemencia que me abandonara a sus deseos.

“Una siesta de media mañana no le puede hacer mal a nadie”, pensé. Sobre todo con este clima tan frío, una siesta debería ayudarme a reponer energías para el medio día. Así que sin pensar más me dejé arrastrar, me abandoné y dejé llevar por esos pasajes laberínticos, fuera de control, que son los sueños.

Dormía en mi sillón, tranquilamente. Podía ver la leve claridad que se filtra a través de los párpados cerrados. Sentía la posición de mi cuerpo sobre el sofá, durmiendo de lado y mi pie derecho sobresaliendo. Podía sentir los cambios del clima, el vacío de la casa, el silencio de la mañana.

Pero algo una sensación empezó a incomodarme, percibía de pronto una presencia, como si la casa no estuviera vacía. Algo había aparecido en ella, algo deambulaba por la casa. No se ocultaba, no se escurría, era como si paseara por la casa, paseaba con cautela buscando algo.

Intenté alejar la sensación, pues pensé debía ser un invento de mi imaginación, tal vez una mala pasada de un sueño que apenas inicia. Cerré con más fuerza los párpados, pero la presencia se hacía más fuerte, más cercana.

Estaba ahí, frente a mí. Jadeante, con la lengua afuera y su boca húmeda de ansiedad. Un enorme perro negro, de pelo corto y brillante, salía del dormitorio y llegaba a la sala, me miraba, jadeaba y se acercaba más.

Yo no podía abrir los ojos, no podía moverme, pero el perro estaba ahí. Lo podía sentir en el ambiente, lo podía escuchar, lo podía ver sin abrir los ojos. Se acercaba, jadeaba más fuerte, olfateaba e iba dejando un rastro de baba que le escurría de su enorme lengua.

Caminó hasta el sofá, miró mi pie derecho sobresaliendo. Me miró desafiante a los ojos, que yo aún tenía cerrados, abrió lentamente su monstruosa mandíbula y con violencia cerró sus afilados dientes sobre el pulgar de mi pie.

Lo mordió una sola vez pero su mandíbula, cerrada como por un mecanismo de metal, se sacudía de lado a lado. Sus afilados dientes desgarraban mi carne, trituraban los huesos de mi dedo. Únicamente mi dedo le interesaba atacar, sólo un mordisco tenía autorizado realizar, pero ese único ataque le bastó.

Yo me retorcía en el interior por el dolor, mas no podía mover mi cuerpo. Cuando la bestia separó su inmundo hocico de mi pie y finalmente mis fuerzas regresaron. Me recogí sobre mi pierna y sostenía el lugar donde antes se encontraba mi dedo y mientras ahuyentaba al animal con la mano. Pero aún así no podía abrir los ojos, no quería mirar de todas maneras.

A la bestia no hacía falta ahuyentarla, el animal con su hocico cerrado se retiraba caminando hacia atrás, mirándome y saboreando la sangre mezclada con baba que le escurría entre los dientes.

El dolor era terriblemente intenso, me retorcía violentamente en el sofá mientras sostenía mi pie. Me retorcía hasta que desperté. Estaba en mi sofá, pero era un día claro, en otro sitio.

Era una casa extraña, y no recordaba cómo había llegado ahí. Inmediatamente recordé la escena del perro, de un salto aparté la sábana y palpé mi pie. Todo estaba intacto, mis dedos completos y sólo la sensación de un mal sueño.

La sala era blanca, y sus paredes brillaban por la luz que se filtra a través de las cortinas de un tergal aún más blanco. Caigo en cuenta que hay un comedor anaranjado frente al sofá y una chica sentada en una de las sillas me pregunta cómo estoy.

“Bien, bien. Estoy bien. Creo que tuve un mal sueño”, le contesto un tanto confundido, con la confianza de los amigos de muchos años. La casa es de ella al parecer, me quedé a dormir aquí, pero no recuerdo por qué.

Miré hacia la ventana y la claridad se hacía más fuerte, hasta el punto de lastimar las pupilas. Cubrí mis ojos con mis brazos para protegerme del golpe de luz y una fuerza arrolladora lo cubrió todo, empujándome al vacío.

Desperté. Estaba en mi casa, acostado sobre el sillón con el libro sobre el pecho y la cabeza en el descansabrazos. Recordé que acababa de soñar con un apartamento blanco, en donde a su vez soñé con un enorme perro negro que devoraba mi pie.



Automáticamente, pero sintiéndome tonto por hacerlo, me recogí para palpar mi pie. La primera sensación fue un charco tibio y viscoso en el sillón, detuve la mano. Me rehusaba a mirar y seguí palpando hasta donde antes estaba mi pie. Pero el dolor que causa el tocar un nervio en el hueso desnudo me hizo desmayar de inmediato.

Thursday, January 29, 2015

Crónicas de... (2)

‪162. Crónica de‬ martes: "Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi Mateo ha revivido; se había perdido, y es hallado. Este es mi perro amado en quien tengo complacencia"- dijo esto mientras Mateo se lanzaba a derribarlo y lamía su cara.

161. ‪Crónica de‬ miércoles:
-Lo que pasa es que llevás una vida disipada.
-No, siempre tapo la botella después de servirme.

160. ‪Crónica de‬ domingo sin Internet: Escucharon las señales en el cielo nocturno. Tres disparos, luces en el cerro.
Estaba escrito: Permaneced en vigila ante la venida del señor. Y así sucedió, llegaron en la noche el señor Jesús Pérez, su hijo y su 22 de tiro largo...

159. Crónica de‬ jueves: Audry Hepburn sigue ganando apuestas desde 1961.

‪158. Crónica de‬ jueves: "La noche que levantaron todas las prohibiciones, el caos se agitó al ritmo de la cumbia"

157. ‪Crónica de‬ un lunes increíblemente sobreviviente: para hablar y comer flores, hay que tener un hacha

156. ‪Crónica de‬ lunes: "Tras laberínticas paredes, escuché como Ariadna cortaba en 8 partes el hilo"

155. Crónica de‬ viernes ¿negro?: este año los yesos están al dos por uno

La justicia


La noche que Griselda y yo nos separamos, ella exigió la patria potestad de nuestro único ser vivo en común: un pequeño perro cuya suerte mejoró desde que lo rescatamos de la calle. La exigió con mucha propiedad, pues tenía la certeza que los culpables cedemos ante el peso de las faltas cometidas.

Seis meses después, tocaría mi puerta con el pequeño perro en mano y se iría para siempre de nuestras vidas. O eso creíamos hasta hace unos días, cuando luego de un par de años decidió reaparecer pero esta vez como un ente extraño y formal, que me escribe correos electrónicos para saber sobre nuestro divorcio.

Así que para el bien de todos y luego de mucha reflexión, decidí apersonarme al juzgado de familia, para exigir la conclusión de un largo proceso de recuperar mi soltería legal.

La tierra lejana y prohibida de los juzgados de familia, son quizá uno de los lugares del mundo donde más temor me da entrar. Llegué una tarde de enero a las puertas del enorme edificio donde reside en teoría la justicia. Las puertas de vidrio reflejaban un inusual clima frío en enero y la llovizna me empapaba los lentes.

Subí las escalinatas de la entrada del edificio y un oficial me miraba de reojo, con una gran escopeta en las manos. ¿Hacia dónde se dirige? Preguntó a secas. Repetí mecánicamente y sin un acento determinado lo que la abogada me dijo que repitiera “Soy parte en un proceso de divorcio, pero ya son más de seis meses y necesito saber porqué no se ha resuelto”.

No puso tanta atención a mis palabras como a examinarme de pies a cabeza, pero detuvo su mirada en el libro que llevaba en mis manos. “¿Usted lee eso? No me extraña que se hayan querido divorciar de usted. Pase y pregunte en la ventanilla de información”, y abriendo la puerta me metió casi a empujones dentro del edificio. Sentí como si la justicia me hubiera engullido.

Un poco desconcertado por las palabras del oficial, caminé hasta la ventanilla con un vistoso rótulo que decía INFORMACION. Detrás del escritorio, una joven atendía el teléfono y anotaba algo en un papel. Saludé amablemente pero sólo conseguí que me mirara de reojo, levantara la mano y me hiciera un gesto para que esperara. Pasaron quince minutos hasta que terminó la llamada y me miró directamente, pero con un gesto en la cara de pesadez. Le repetí la frase que aprendí sobre mi trámite, mientras ella también me analizaba de arriba abajo. “¿Cuál trámite?” dijo luego de una pausa, así que le repetí mi frase y sin dejarme terminar dijo “Segundo piso, mano izquierda… ¿Ese libro es suyo? No me extraña que esté en un proceso de divorcio” y sin prestarme más atención volvió a tomar el teléfono.

Para llegar al segundo piso, primero hay que pasar por un escáner de metales y dejar que el bolso sea inspeccionado con rayos X, cuestiones de la seguridad pues no vaya  a ser que algún sujeto con armas o explosivos quiera atentar contra la justicia. Así que me presenté ante el oficial encargado de las requisas, un tipo grande mal encarado y de bigote vacilón. “¿A dónde se dirige?” Nuevamente repetí mi frase y me interrumpió para pedir qué oficina me había indicado la recepcionista. Aclarado mi destino dentro de las entrañas del edificio de justicia, me pidió dejar todo objeto metálico y entregarle mi bolso para su respectiva inspección.

“¿Puede enseñarme lo que trae dentro del bolso?”, indicó. Sin ningún temor lo abrí y dejé que inspeccionara cada compartimento. “¿Ese libro es suyo? No me extraña que esté en proceso de divorcio. Puede seguir" y me despachó sin darme mucha importancia.

Subí las escaleras hasta el segundo piso, y al final del pasillo izquierdo pude leer el rótulo del juzgado de familia. Tomé la ficha 98 y por casualidad había un asiento vacío, pues atendían en ese momento la ficha 83.

Para pasar el tiempo, leí un poco más de mi cuestionado libro. El personaje estaba rodeado por seres alados con cabezas de caballo, pieles escamosas y resbaladizas; en medio de una inmensidad helada, cuando un grito me sacó de mi lectura. “¡Muchacho! ¿Va a pasar o no?” y la gente molesta a mi alrededor, me miraban impacientes. Me disculpé y me levanté rápidamente.

“¿Cuál sería su trámite?” y contesté la misma retahíla sobre mi parte en el proceso de divorcio. La funcionaria que me atendía digitaba mis datos en la computadora sin prestar mucha atención a mis palabras, miraba mi cédula y la pantalla alternamente. “¿Un divorcio?” preguntó. Le contesté que sí, que tenía ya varios meses de estarse tramitando. “Con ese libro que anda en la mano, no me extraña que se haya divorciado. Vea, el expediente fue enviado al juzgado sur de la capital. Así que le corresponde ir a preguntar allá”.

Cuando quise preguntarle más, ya tenía a la señora de la ficha siguiente encima, sacándome de la silla y exigiéndole a la funcionaria que le resolviera de inmediato no sé cuál trámite.

Salí del juzgado y bajé las escaleras un poco confundido aún. Desde el inicio sabía que esto era una mala idea, y cuando digo “esto” me refiero a todo lo del matrimonio. Llegué a la acera y busqué la parada del autobús con la mirada. Frente a mí estaba un indigente al que era imposible olvidar: lo conocí hace casi diez años, justo en el momento cuando inicié mi relación con Griselda. Él nos amenazaba para exigirnos comida y en una ocasión estuve a punto de vengarme pero ella me detuvo.

El sujeto también me reconoció, se acercó y burlonamente me saludó. Preguntó, como era de suponerse por ella, y le conté más por inercia que por ganas de confesarme el motivo de mi visita a la justicia. Siempre con su pesadez burlona dijo “No me extraña que se esté divorciando, con solo verlo lo imaginé” y así nada más se fue gritándole a los policías y pateando carros por la acera.

Esperé el autobús. Soplaba un viento muy fuerte y frío. La llovizna no había cesado y en el cielo, frente al edificio de la justicia, un arcoíris desafiaba la tarde. 

Sunday, November 23, 2014

154 Crónicas de dos años...

A ver... Primero que todo, se debe aclarar que hace casi dos años empecé con ese proyecto extraño, sin objetivos claros, que hoy se llaman #crónicasde.

Al inicio, ni se planteó como un proyecto, sino sólo fueron naciendo las crónicas. Son resúmenes sin mucho sentido sobre el día, sobre las reflexiones propias. Pero el juego se fue extendiendo y al día de hoy, pareciera que los amigos piensan que las crónicas son un elemento que me caracterizan.

Así que me di a la pequeña tarea de recopilar todas las crónicas escritas desde el 2013 a hoy, en el muro de Facebook.

Y bueno, este es el resultado. A continuación, 154 crónicas del 2013 a lo que llevamos del 2014

2014

1. Crónica de domingo: 154 crónicas después, me percato que la sistematización no es una enfermedad crónica de la que padezca.

2. Crónica de martes palmolive: "¿Cómo será un dodecaedro amoroso?"

3. Crónica de sábado: "Nada personal -decía con cadencia mientras se levantaba de la silla, antes de gritarle-, pero me parecés un revisionista de mierda... ¿Querés un poco más de té?"

4. Crónica de viernes lluvioso: "Singing in the rain..."

5. Crónica de jueves (un poco iracundo):

Se debe admitir, que aun siendo ateo, uno disfruta pronunciar ciertas palabras que conjuran el mal creadas por algunas religiones.

Es así, como algunas personas únicamente nos trae a la mente cosas como: "Ante nuestros sagrados libros, con los seiscientos trece mandamientos que están escritos entre ellos, lo excomulgamos con la excomunión con que Josué anatematizó a Jericó; con la maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos, y con todas las maldiciones que están escritas en la ley; ¿maldito sea de día y maldito sea de noche´´¡ ¡maldito sea al acostarse y maldito sea al levantarse¡; maldito sea al salir de su casa y maldito sea al regreso¡ que dios jamás le perdone; que la cólera y la ira de Dios se enciendan contra ese hombre, y que le envíen todas las maldiciones inscritas en el libro de la ley. Y Dios suprima su nombre en la tierra, y para su derrota Dios lo expulse de todas las tribus de Israel, con todas las maldiciones del Cielo, como están señaladas en el libro de la Ley. Pero vosotros que permanecéis en Dios, vuestro señor, vivid eternamente. Conjuramos que nadie tenga con él trato ni hablado ni escrito; ni nadie le haga favor alguno; que nadie esté con él bajo un mismo techo o entre las mismas cuatro paredes; que nadie lea ningún papel hecho o escrito por él"

6. Crónica de jueves: "-No, no diría que soy amante de la fotografía- contestó mirando pensativa la taza de té-. Más bien diría que solo tengo un affaire."

7. Crónica de Lunes: "La acumulación primitiva del capital, es nociva para el amor"

8. Crónica de sábado: "Debemos reconocer que el encanto de la pequeño burguesía, a diferencia de otros encantos, no es nada discreto"

9. Crónica de martes: "uno no puede confiar en las personas abstemias, porque uno no sabe luego qué carajos se están metiendo en las venas para soportar la realidad"  (Conversación con Jessica)

10. Crónica de sábado: A los gatos flacos se le pegan las patas.

11. Crónica de miércoles en remolino: Ha sido una semana intensa. La daga se acerca y me deja con la espalda en la pared. Una semana tensa y complicada a la vez. Más de tres noches he soñado y cada vez que despierto termino caminando al revés. La otra noche me faltó el aire, y no sabía quién era cuando desperté. Repetía mecánicamente una frase y no un poema, un hilillo de palabras que nunca logré entender: "Dicen que se te ve malito. Que muy mal se te ve. Dicen que estás malito y que estás tan mal, que quieren contar contigo y solo te cuentan la mitad".

12. Crónica de viernes: Mientras el fuego devora el tercer piso, la chica de la recepción indica que no conoce el número de extensión del incendio.

13. Crónica de domingo: mientras en los barrios se organizan los duelos a palos, la chica del abrigo azul organiza la sonata del panteón.

14. Crónica de sábado hipotético: en el bus de las once solo viajan los cansados, los desvelados y las ideas locas.

15. Crónica de viernes: Dicen que absurdo, cangrejo y pescado feroz son las palabras perfectas para una ensalada frugal. Dicen no más.

16. Crónica de viernes: Cerca estuve de casarme. Sólo que ella no estaba ahí cuando se lo iba a pedir.

17. Crónica de un domingo robado 2:
"-Cuando sea grande, quiero ser como Bob.
-¿Marley? One loooove, One loooove...
-No, Bob Dylan. No me gusta el roots, reggue o lo que sea.
Desde entonces no volvimos a vernos."

18. Crónica de domingo por la capital: Debo recordar NO salir con los audífonos puestos; la gente mira raro al tipo que toca un piano invisible y grita en la parada del bus "Al lado del camiiinooooo..."

19. Crónica de miércoles 10 treinta "pe punto eme": Juro por el dios del internet, que en ciertos momentos, a ciertas horas, uno solo puede autoexplicarse diciendo "Si no creyera..."

20. Crónica de miércoles: La cocina molecular es técnica ancestral en las soditas de San José.

21. Crónica de lunes 2: "Claro, el morcilla... Mir devotos... Mierda... *Miércoles." (Maldito autocorrector del teléfono)

22. Crónica de un lunes serio: Y es al chile, eso de la huelga del 84 en serio está como "vetado" por la historia.

23. Crónica de domingo amarillento:
"-¿Y si nos ponemos muy locos e inventamos un cuento con pejibayes y gatitos para colorear?
-Mejor dormíte que me duele la cabeza."

24. Crónica de Ale Paniagua (ojo, no es mía): Sólo la hembra sola de la barra sabe cuanto pesa un oso polar que viaja a Marte.

25. Crónica de un viernes sonsacado: "Only God forgives; we’re Borgias - we never forgive"

26. Crónica de un mundo imposible: No sé cómo decirles esto, pero el deber llama... Según fuentes extra oficiales, Drexler cancela concierto en Costa Rica por derrota de Uruguay en el mundial.

27. Crónica de miércoles: "La cuestión de la conciencia es una exigencia social" | EL | Franz Kafka

28. Crónica de sábado canino: El caso del perro que soñaba con ser un almohadón.

29. Crónica de viernes: Dicen que en medio del metal se confabulan el judío errante, La musa callejera y la servidumbre humana.

30. Crónica de la vida silvestre: seis horas consecutivas de despulgar a Mateo, me hacen querer escribir el libro "La vida secreta y las pulgas"

31. Crónica de viernes: Mateo exige un estado laico con números en la frente.

32. Crónica de domingo:
"Se miraban los cuerpos, aún jadeantes, en la cama.
-¿Huitzilopochtli es el dios de los aztecas, cierto?
-Sí -suspiró-, el mago colibrí.
Al final, cerraron el pacto con un beso.

33. Crónica de lunes 2: Le rasqué el lomo tres montañas. Le besé los pies a otra y le hice cosquillas a la quinta. Por poco le majo la cola a una feliz serpiente que cruzó mi camino. Nos disculpamos mutuamente y cada quien siguió su camino. Todo esto pasó un día cualquiera, en un lugar cualquiera de Changuena.

34. Crónica de lunes último: dicen que en Upala inventan una palabra nueva cada día. Que la leche se cosecha de un árbol de vacas, y que las dormilonas son una especie de animalito que vive dentro de las lagartijas. Dicen además, que las ardillas mascan chicle todo el día. Yo no lo he visto, pero eso es lo que dicen...

35. Crónica de un domingo romero: Algo debe estar mal. Cuando se camina durante tres días y no se llega a Cartago, algo debe estar mal.

36. Crónica de un viernes sureño: ¿Los caballitos de las ferias han cambiado o es mi impresión?

37. Crónica de miércoles: Escuchar Beatles con audífonos mientras se comparte el cuarto con cinco personas, es un poco incómodo. Cuando la canción acaba, cinco pares de ojos nos miran un poco extraño...

38. Crónica de lunes: los remolinos sobre el río Magdalena pueden generar náuseas y otros demonios.

39. Crónica de domingo (rayos, ya es lunes): después de una buena película, el mundo hasta parece un buen lugar para tomarse un whisky. (Al menos antes de despertar)

40. Crónica de miércoles: "Prestigiosas investigaciones señalan con certeza dos cosas infinitas: el universo y las versiones de Bella Ciao"

41. Crónica de domingo: ¿y si mejor nos mojamos los pies son preguntar porqué?

42. Crónica de sábado: el indiscreto y tierno glamour de la codicia.

43. Crónica de martes atrasado: el exceso de menta puede causar portales ínterdimensionales.

44. Crónica de sábado no mundialista: "Jesús de Nazareth siempre está dispuesto a regalar bolsas de mamón chino a los viajeros de las tierras de satanás".

45. Crónica de viernes: "Chambeando de chafirete, me sobra chupe y pachanga"... Cafeta

46. Crónica de domingo: Estudios recientes demuestran que los anteojos de Asembis son altamente resistentes a golpes y caídas.

47. Crónica de sábado de vuelta en chepe: la palabra no crea objetos ni los destruye, solo los transforma.

48. Crónica de miércoles: Llega a la puerta de su habitación, a punto está de girar la llave y desde la sala contigua se escucha una voz: -¿Cómo les fue? En un segundo les pongo a hacer café.

49. Saluda, conversa un rato y entra a su habitación mientras recita un mantra "hotel dulce hotel"...

50. Crónica de domingo: "El octavo día el señor diablo, mientras creaba las purrujas (su más efectivo invento para ponerle sabor al campo), perdió su chaqueta. Hoy la encontré; tanto su chaqueta como sus efectivos bichitos"

51. Crónica de un lugar remoto: "Sargent Peppers me preguntó por la extraña sonrisa nocturna"

52. Crónica de martes sureño: "¿A las cuántas vueltas al parque come el censista? A la última. Badabadatums..."

53. Crónica de domingo milagroso: "El amuleto colgaba por undécimo año consecutivo en su pecho. Un par de pájaros muy coloridos cruzan por la ventana, mientras suspira esperanzado: Adiós mundo, hola misterioso sur..."

54. Crónica imposible: Según fuentes no oficiales, Drexler valora suspender concierto en Costa Rica si Uruguay no pasa la ronda. En breve más detalles.

55. Crónica imposible: Redes sociales elogian sombrero de Fredín Funez en manifestación, mientras critican vestimenta de cantante Pitbull en la inauguración. Los detalles, en breve

56. Crónica de domingo: "A veces, y sólo a veces, para el cambio de Katún solo hacen falta 8 años y 8 firmas"

57. Crónica de jueves: "Como Hemingway, Paris era una fiesta"

58. Crónica de sábado: "El cadaver exquisito quedó un poco crudo"

59. Crónica de vienes: Enfundada en su abrigo azul, me gritaba desde lo alto: "Carpe diem quam minimum credula postero"...

60. Crónica de miércoles de cuento: "Los parques son los mejores lugares para encontrar el olvido", me dijo y sonrió...

61. Crónica de lunes de glucosa: "Cuando ella preguntó por cuál canción podría encarnar, no imaginó que renegaría de Ismael Serrano por primera vez en su vida"...

62. Crónica de domingo: Compulsemos a las europas.

63. Crónica de sábado:

"-Y usted, ¿En qué se especializa? -preguntó.
-En fantasear -contesté"

64. Confesiones de un día caluroso: "Soy un hippie. Siempre fue así"

65. Crónica de lunes: "Entonces el caracol entendió que la luna no es la misma bajo el agua"...

66. Crónica de un sueño dominical: "Mientras ella se acomodaba el vestido de flores amarillas y sus botas altas, él le preguntaba cómo se debe escribir su nombre"

67. Crónica de un sueño dominical: "Mientras ella se acomodaba el vestido de flores amarillas y sus botas altas, él le preguntaba cómo se debe escribir su nombre"

68. Crónica de sábado: Me permito citar "Nunca estás acabado si tienes una buena historia que contar y alguien a quien contársela" [La leyenda del pianista en el océano]

69. Crónica de sábado: "Dicen que dicen que la vieron aún tres noches después, sola silbando por la calle de las estatuas"...

70. Crónica de un viernes asesino:
"-En la próxima vida procuraré mantenerme alejada de vos...
-Bueno, total no será tan diferente de esta entonces"
Confesiones de verano: en mi juventud creía que las macros eran to'a, en mi adultez conocí el Visual Basic, hoy solo creo en mi imaginación.

71. Crónica de jueves:
"-...y cuando mi compa decía lo de borderliner, creo que sí, que tenía razón.
-Disculpe señor, me indica mi supervisor que si no ordena ya, seguridad lo escoltará fuera del restaurante.
-No, no. Deme... Unas papas... Agrandadas... Para llevar... ¿Tiene Mirinda?"

72. Crónica de miercoles: "chaos reigns..."

73. Crónica de sábado (v2): "Según los más recientes estudios iconográficos, el ángel de la libertad tiene micropene"

74. Crónica de sábado: "la mejor tradición de semana santa es hacer un banner y un evento en fb... Un momento, algo no está bien"

75. Crónica de lunes (santo): "Por cualquier lado salta el gato que nos vendieron en lugar de liebre, por cualquier lado..."

76. Crónica de viernes: "San José de noche enseña cosas... como que la iglesia siempre está a la derecha, por ejemplo"

77. Crónica de un martes endulcorado: "El amor flota en la sopa / es la señal, los tiranos vienen hacia acá"

78. Crónica de martes: "Es definitivo #soyunamorsh"

79. Crónica de miércoles: "Ni el Visual Basic puede contra mí"

80. Crónica de jueves: "Mientras los huecos salvan gente en Madrid y Alemania, el tipo de naranja corre con lo ajeno"

81. Crónica de jueves: la conclusión de la noche se resume fácilmente en #estoseperdió

82. Crónica de ¿lunes al sol?:

"-Recuerda, más sabe el zorro por viejo que por flaco.
-Sí, pero a todo los zorros flacos se le pegan las pulgas."

83. Crónica de jueves: lo posmo... Da cáncer.

84. Crónica de martes: Somos el ejército industrial de reserva. No olvidamos, no perdonamos.

85. Crónica de lunes: "Si lo pensás, querida, es un extraño y da hasta un poco de miedo... ¿Qué motiva a un ruso, un chino, un par de españoles, algunos argentinos, otros mejicanos y muchos gringos a hablarnos en la misma semana?

86. Crónica de jueves: "Está bien -le dijo antes de despedirse-, yo dejo los cuentos de detectives si vos dejás las historias que terminan en felices para siempre"

87. Crónica de algún día: "En la playa he encontrado un caracol de oro macizo y recamado de las perlas más finas"...

88. Crónica de domingo: discutir contra Lenin es complicado. Sobre todo cuando Lenin se llama el tipo fuera del bar que quiere partirte la madre mientras 5 metaleros rabiosos rondan a tu al rededor. Discutir con Lenin, pues, es un poco peligroso.

89. Crónica de jueves: Hay noticias que hacen bien, como cuando los cuasivegetarianos comen olla de carne

90. Crónica de martes: Ola ke ase, paga pensión alimenticia o ke ase?

91. Crónica de viernes en la madrugada: "soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino. Tengo alma de marinero..."

92. Crónica de jueves: ¡Cerremos este chinamo y pongámonos un grupo de cumbia!

93. Crónica de miércoles 2: "salgo con cierta precaución. Cierro sigilosamente. Una tensa calma reina en la calle. Descubro bolsas con mangos, rastros de sangre, vidrios y un puño de repollo rallado con salsas en la acera. Llego a la esquina y antes de doblarla miro hacia atrás. La calle parece vacía, pero siento que alguien me observa. "Quizás desde un segundo piso", pienso. En efecto, una mano cierra rápidamente una ventana. Estoy a punto de regresar cuando un silbido atraviesa lo que era un pesado silencio nocturno..."

94. Crónica de miércoles: vidrios que se quiebran. Gritos. Llamados a la policía. Solo escucho que alguien quiere apedrear la casa. Enfrentamientos, patadas y más golpes, gente corre por la acera. El mundo se vuelve loco en cuestión de segundos y no entiendo qué sucede. Cambio y fuera.

95. Crónica de martes: "Populus me sibilat, at mihi plaudo. Ipse domi simul ac nummos contemplar in arca".

96. Crónica de martes por la madrugada: "Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit"

97. Crónica de lunes: "A los habitantes de todos los pueblos de todas las regiones del mundo, les informamos que nos declaramos independientes porque la libertad no cabe dentro de estas cuatro paredes"

98. Crónica de viernes: Yo confieso, ante el feisbuk omnisciente y ante ustedes hermanos, que me he enamorado de Marta Gómez.

99. Crónica de miércoles: al carajo los últimos 10 años de FB, ¡hoy se come garbanzos!

100. Crónica de martes: Un saludo al camarada desconocido que votó por el PT en Oslo, Noruega.

101. Crónica de elecciones: un exorcismo electoral acaba con la vida de una silla plástica. En breve, la historia.

102. Crónica de viernes: Y dicen los versados en estos asuntos: "vos estás bajo sospecha, hasta demostrar lo contrario"

103. Crónica de Martes en la madrugada: Un verdadero bestiario contiene manzanas rojas, verdes y algunas otras que rueden por la avenida central.

104. Crónica de jueves: el tipo de blanco dice que no quiere que lo opere un veterinario... Eh... ¿Qué pena, entonces quién?


2013

105. Crónica de viernes (colaboración de Keylin): Tengo un humor medio disléxico: Cuando quiere decir ALEGRÍA escribe ALERGIA y se pone a estornudar...

106. Crónica cualquiera: "-Disculpe señorita- preguntó-, ¿nos conocemos? Es que el alzhaimer me ha hecho un poco de daño."

107.  Crónica de sábado por la noche: vanidad de vanidades, todo es el otro engranaje que gira inexorable.

108. Crónica de sábado: un rótulo en SJ "Si parquea acompañado, hágalo con cuidado. Si parquea solo, hágalo solo, con solón"

109. Crónica de sábado: Hierba mala nunca muere, pero a veces uno duda de su inmortalidad.

110. Crónica de viernes: Sin celular, la vida es más sabrosa... Zaaaaa!

111. Crónica de domingo: hay sueños tan terribles, que uno hasta llega a pensar que se está despierto.

112. Crónica de lunes: parece que las crónicas son como la gripe, se pega.

113. Crónica de jueves:

-Y entonces, ¿Dónde está?
-di, aquí. Tomándome un cafecito en el Marriot...

114. Crónica de miércoles: ¿Tirarle un zapato al tipo del traje blanco es delito o contravención?

115. Crónica de martes: Según las imágenes oficiales, en la competencia de los 50 metros troskos la medalla de oro es de Leo Nel, y la última en cruzar la meta es Gabriela Serrano.

116. Crónica de lunes: qué carajos! Un tipo en el boulevar pide plata para viajar al mundial de brasil en bici desde Tijuana. Sia perro!

117. Crónica de sábado- "Sabiduría del popular en el boulevar": No soy alcólico, soy borracho (los alcohólicos van a reuniones). -Lo vi en una camiseta-

118. Crónica de Café:
"-Mirá, entre todos los juegos que jugamos, me gustaría variar solo por hoy. Si te parece.
-¿A qué te referís?
-A que juguemos a mirarnos de frente, sin mantener la compostura.
-Prefiero seguir jugando a el gato y a el ratón".
Alfredo Solano

119. Crónica diaria: "No estaba de buen humor, andaba de parranda"

120. Crónica imposible: "Ventanear la casa por la tira"

121. Crónica de una día cualquiera:
"-Hola, creo que tengo problemas de memoria.
-Disculpa, no te puse atención, ¿Me decías?
-No sé, creo que era que tengo hambre."

122. Crónica imposible:

"-¡Ante la lluvia de octubre: todo el poder a los soviets!"
-Mmm... creo que algo no está bien en la consigna"...

123. Crónica con la mano izquierda:
"-¿Cómo va el partido?
-Bien, acabamos de sacar un comunicado.
-¿Sobre el triunfo ante México?
-No, sobre el bipartidismo.
(Al final, creo que no hablábamos de lo mismo)"

124. Crónicas infantiles: "Si nunca soñaste con encontrar un Odradek ...no tuviste infancia".

125. Crónica para Volver:
Cerró la puerta, pero solo para que ella llamara de nuevo y despedirse.
|Alfredo Solano|

126. Crónica extranjera: Entonces, llega un momento en mitad de la noche, en que despiertas con taquicardia, el sudor te baña la frente y un terrible zumbido te quiere reventar los oídos. Es ese momento, cuando sólo puedes pensar en una cosa... "Quiero mi computadora, por favor".

127. Crónica de caracol 2: Caracol, caracolito. Qué pasaría si te trituro y te hago en cafecito...

128. Crónica caracol: Caracol, carcolito, por qué me sabes tan rico...

129. Crónica errante: Y un día de tantos, resulta que las horas cuentan como semanas vividas de repente. Hasta es posible, pues, que Heredia extienda sus brazos para recibirnos... Luego uno levanta los hombros, dice "di, qué más da" y se tira de jupa.

130. Crónicas de sabios: "Hermanos -dijo Demiéstocles, el aprendiz del sabio, mientras mordía su barra de chocolate blanco-, el sabio tomó vacaciones".
-Tres cuentos cortos sobre Demiestocles y el sabio- Alfredo Solano.

131. Crónica de lunes: Nada como ser masticado y eventualmente escupido por una vaca...

132. Crónica a la santidad:

¡Salve llave nuestra!
Bienaventurada tu reaparición,
los cielos se abren y desciende
una luz, una calidez de verano
en medio de la tempestad.
Bienaventurada llave negra,
y por sobre todas las cosas terrenales,
bendito sea tu contenido recuperado.
Por los siglos de los bits,
amén.

133. Crónica de martes: Esto es un mal crónico...

134. Crónica de Lunes: Problemas en el paraíso...

135. Crónica de sábado: Los bestiarios y las nueces, son de la misma familia.

136. Crónica cualquiera: "Un vaso del vino de las heridas"... Alfredo Solano

137. Crónica de lunes: Contrario a lo que dice la televisión, los piratas no siempre acaban mal... en cambio los sapos sí, siempre salen estripa'os.

138. Crónica de viernes: el zodiaco y sus implicaciones en la lucha de clases

139. Crónica de viernes 2: dos marineros y un miscelaneo. Esto está raro...

140. Crónica de domingo: lo confieso... El 50% de mi vida gira en las solanaceas

141. Cronica de clichés:

XXIX
(...)
Una crítica marxista el libro,
sobre Feuerbach discutía.
Nos miramos lentamente
y le dije pensativo:
¿Comprendes ya que no se trata de entenderlo,
sino de transformar el mundo cada día?
"Y ella respondió encendida:
-¡Ya lo comprendo!"

142. Crónica de viernes: si Bécquer hubiera militado la historia sería diferente...

"¿Qué es izquierdismo?
Preguntas por la enfermedad infantil del comunismo.
¿Qué es izquierdismo, y tú me lo preguntas?
Pues izquierdismo, eres tú"

143. Crónica de lunes: Los bestiarios, como las nubes, son adictivos.

144. Crónica del domingo: qué carajos con eso de un abrazo gratis en el boulevar? A mí que no se me acerquen.

145. Crónica de un sábado particular: Cuando los días se vuelven de 40 horas, y al abrir la ventana surge de la nada una cabeza de perro... Solo resta decir "esto se pone interesante"

146. Crónica de Perogrulladas: Las probabilidades de un apagón de la corriente eléctrica es directamente proporcional al número de minutos transcurridos sin guardar el documento.

147. Crónica divina: Si dios existiera, se llamaría Ibuprofeno. Salve madre de nuestros alivios.

148. Crónica de Mateo: Sí, sí, muy bonito esto de tener perro, pero ¿cómo se le enseña a que haga el café?

149. Crónica de misantropía: Hoy que el cielo parece exhalar un suspiro de alivio, hoy que la noche tiene ese olor a hierba fresca... hoy que respiro un poco mejor y fluye la alegría de sentirme vivo... hoy puedo decir, más que decir, puedo afirmar: que he sobrevivido.

150. Crónica cualquiera: "lo que no avanza retocede": excepto esta gripe, una semana y ni pa' lante, ni pa' trás.

151. Crónica instintiva: "La última vez que lo llamaron dinosaurio se comió de golpe cuatro personas. Así que prefirió dejar al instinto asesino para el día siguiente, y de paso, se durmió bajo un girasol que encontró en el camino." -Delirium Tremens en una pecera

152. Crónica de un día cualquiera:

"-Disculpe, ¿La batalla del fin del mundo?
-Cruzando el parque, detrás de la escuela.
-Muy amable, joven -sonrió en un mal disimulado esfuerzo para no arrojar tres demonios por la boca". | Finales tentativos | Alfredo Solano

153. Crónica de lectura básica para chicos:
"En cambio yo,
en noches como esta,
paso en claro hasta el amanecer
repasando la fotografía
que olvidaste en el baúl rojo"...
Alfredo Solano. "La lechuza y el dragón"

154. Crónica Cuarto día:
Aún no estoy seguro si lo lograré. Ya son cuatro días, y no termina. El virus ya se ha apoderado de todo. Ayer sentí una leve mejora, celebré por lo grande y tuve nuevas esperanzas. Pensé que lo peor ya había pasado. Hoy no estoy tan seguro, parece que el virus toma fuerzas nuevamente.
Ya no sé qué pensar. Las proviciones ha escaseado y tuve que salir de excursión por más pastillas y café. El mundo afuera es una locura, hace frío. Espero salir vivo de esta situación, pero ya no estoy seguro de nada. Fin de la crónica."

Friday, September 19, 2014

El caso de la chica de Lima (11)


Había llamado a Alberto. Desde hace semanas que no conversábamos, hace días que incluso no salgo ni a la esquina.

Quedamos en el bar de siempre, a las ocho. Luego de la tercera cerveza, y de escuchar cómo había terminado con su novia y cuánto la amaba aún, nos pedimos un trago. Porque Alberto también se enamora y sufre como todos los mortales, o bueno, eso me confesaba esa noche.

-No Carlos, es que ustedes lo ven todo desde una perspectiva muy complicada. Yo ya no estoy para eso. Pero bueno, así está el rollo. Y contáme, ¿Qué pasó con el caso ese de la muchachita?

-¿La pianista? No volví a hablar con ella.

-No me esquive el caso, que vos sabés de quién estoy hablando.

-Nada. No hay nada nuevo. Llevo semanas pensando en la última pista y no sé qué estoy haciendo mal. Aquí hay algo que no he visto, pero no consigo saber qué.

Desde mi salida nocturna al parque de las palomas, he vuelto a fumar a ritmo de loco. Por las mañanas no soporto el dolor en los pulmones, pero a la hora se me quita y vuelvo a fumar. En una de las salidas afuera del bar a fumar, le conté a Alberto que me casaría "Debés estar loco", fue lo único que contestó.

Ya me encontraba en mi casa, hacía deberes aburridos y largamente postergados. Revisaba los papeles del seguro, ordenaba los recibos, botaba facturas de dos años atrás; y recibí la llamada de Adriana.

"Me voy mañana del país", me dijo. Salí a buscarla, a despedirnos. Preocupada me interrogó sobre la conversación con Alberto, esa de mi eventual matrimonio. Finalmente comprendió el juego: pedirle matrimonio a una mesera que no conozco; recrear una escena del "Marido de la Peluquera".

Luego de ver a Adriana, camino de nuevo por el centro de la capital. La lluvia sigue cayendo y el bulevar está vacío. Me siento en una banca, bajo la lluvia y respiro la noche en el plaza de las palomas. Miro hacia el suelo, miro mis pies mojados. Luego de un rato pasa la lluvia, así que meto la mano en mi bolsillo para sacar otro cigarrillo.

-¿Qué diferencia a Alberto, a Adriana y a todo el mundo de mí?- murmuro.

"Que ellos solo sueñan cuando están durmiendo", susurra a mi oído. No me sorprende su voz, pues la reconozco. Lo que me sorprende es que conteste una pregunta que yo haya hecho, así sea la haya formulado para nadie.

Levanto la mirada a la vez que me llevo el cigarrillo en la boca y ella parece jugar rayuela con los charcos de la plaza. Tararea una canción que no reconozco, pero me lleno de una extraña alegría al verla.

"¿Dónde habrá estado este tiempo?", pregunto para mis adentros y no me atrevo a cuestionarle. La niña del abrigo azul corduroy ha regresado y eso se ha vuelto algo importante para mí.

Wednesday, May 21, 2014

El caso de la chica de Lima (10)

La noche no cumplió con refrescar el ambiente. Cerca de las seis de la tarde una corta llovizna cayó en el centro de la ciudad, pero únicamente empeoró el ambiente sofocante. Humedad, calor y poca brisa.

Caminé hacia la banca del parque, estaba seguro que ahí debería esperarme. No podía referirse a otro lugar: el libro de la buhardilla tenía el sello de la librería del frente, el poema marcado hablaba de un parque con muchas palomas, la fotografía que aún llevo en el bolsillo fue sacada ahí. Todo apuntaba a esa banca.

La niña del abrigo azul cordurroy no me acompañó cuando salí. Le dije que fuera conmigo, pero al salir, la vi desde la puerta y seguía flotando por la casa, me miró con indiferencia unos segundos y siguió hacia la cocina.

Cerré sin darle demasiada importancia, pero conforme me voy acercando al parque la expresión de sus ojos me desconcierta. Sigo caminando por el boulevar, hay poca gente en la calle. La mayoría de los negocios han cerrado ya, y pocos son los vendedores ambulantes que aún ofrecen baratijas en las esquinas.

Mientras más me acerco al parque más me pregunto qué me quiso decir con su mirada la niña del abrigo azul.

Llego hasta la esquina del parque. Veo la banca a poca distancia de mí y me detengo. Está vacía, así que enciendo un cigarrillo.

El golpe del humo, exhalar. La noche se presenta sutilmente distinta. Algo no es lo mismo, esa extraña sensación de no saber si realmente estoy aquí, pero lo estoy. Siento mis manos, me clavo una uña en la palma y verifico que estoy aquí.

Una brisa refresca la noche, que sin darme cuenta, ha avanzado ya dos horas y siete cigarros.

"Dejalo así, no entendiste el mensaje", me dice la niña del abrigo, quien me observa desde hace un rato sentada en la fuente.

"Tú sí lo entendiste, ¿Porqué no me dijiste nada?". Preguntarle a ella es una cosa, esperar que conteste es otra muy distinta. La niña se dedica a meter la mano en la fuente y jugar con el agua.

"Los parques son los mejores lugares para encontrar el olvido", me dijo y sonrió.

Saturday, May 17, 2014

Tres cantos

Canto primero
Alejandra lo miraba de reojo, desde la otra esquina de la oficina. Alberto lo sabía, pero trataba de disimular su ansiedad. Un par de tardes antes, conversaban sobre el mundo y la poca importancia que le damos a los inmortales cangrejos.

-¿Sabés qué deberíamos hacer? -dijo Alberto mientras saboreaba el café con leche y dos de azúcar-, estaba pensando que deberíamos salir al cine, hay buenas películas que ver. ¿Querés que salgamos este fin de semana?

Ella seguía mirando la plaza por la ventana, desde ese segundo piso estaba absorta en la masa de gente que va y viene huyendo de la lluvia. Las palabras dichas por Alberto en un principio no le significaron nada, solo un eco de una voz conocida, un eco vago, que resuena y rebota desde un rincón lejano. Hasta que finalmente repite para sí los ecos de las palabras, les encuentra el significado y reacciona.

-No, la verdad no. Gracias, pero no. -dice mientras se levanta para pagar la cuenta.

Hoy, en la oficina, luego de mirarse de reojo, deciden salir cada quién a pasear por un lugar distinto, a horas diferentes.

Canto segundo
-¿Entonces nos vemos en domingo?
-No lo creo, el mundo se ha complicado.
-Carlos, decíme si va a salir todo esto, sino mejor dejá de usarlo como excusa.

Una nota, otra nota, el mismo tono. Otra nota resuena y caigo en cuenta que es la llave del fregadero de la cocina, mal cerrada. "Al menos ya tenemos agua de nuevo", pienso. Me doy vuelta sobre mí mismo, en la cama, y escondo la cara debajo de la almohada, huyo de la luz de la ventana.

Tengo 5 mensajes sin leer, un terrible dolor de cabeza y la garganta seca. Dos hora después estoy corriendo por el centro de la capital, buscando el regalo perfecto que nunca le voy a dar a la muchacha del lindo rostro, ella es feliz recogiendo aceitunas, pues.

-Ya he averiguado, parece que nos veremos en martes, más o menos.
-Perfecto, me avisás, para salir de eso de una sola vez.

No omito, que todo este trámite me ha puesto un poco melancólico, pues despierto recordando cosas que tenía enterradas muy dentro. Como la vez que discutimos el origen y extinción de las muñecas de papel.

El fin del siglo, está cerca. Y una buena estrella viene con él.

Canto tercero
-¿Ves aquella estrella?
-Sí, pero si me vas a preguntar, no sé cómo se llama.
-Lástima, siempre he querido aprenderme los nombres de todas.

Sentados en el patio, mirando al cielo, sintieron cómo el universo se volvió pequeño, diminuto. Hoy ambos vagan por países distintos, con la cabeza de medio lado, mirando al cielo y vigilando sus propios pasos. Él a veces sonríe solo, al recordar de golpe un beso, una mano, un encuentro furtivo. Un momento del que nunca estará seguro si lo vivió o simplemente fue parte de otro sueño recurrente.

Tuesday, May 06, 2014

Profesión

-Ya veo -dijo mirándonos con extrañeza-, cada uno de ustedes se especializa en algo distinto. Eso es interesante.

Luego de ajustarse las gafas, me examinó con curiosidad. Dudó un segundo antes de volver a hablar.

-Y usted, ¿En qué se especializa? -preguntó.

-En fantasear -contesté con sinceridad.

Sunday, March 02, 2014

El caso de la chica de Lima (9)

La niña del abrigo de cordurroy azul flotaba por toda la casa. Digo que flotaba porque no tengo otra forma de describir esa forma de caminar sin hacer ruido, parece no golpear de ninguna forma el suelo. Me tomaba un café negro y sin azúcar, mientras leía el periódico de ayer. En la televisión anunciaban los premios de la academia y me distraje pensando en cuántas ediciones han pasado sin que me sienta atraído a mirarlas.

La niña ahora está a mi lado y me interrumpe: -La otra noche soñé con tu padre. Extendió sus manos y me enseñó un escarabajo metalizado, de un color dorado brillante.

Le sonrío. Sé que preguntarle más es inútil pues solo dirá lo que quiera decir, ya sea que le pregunte más o no. Se levantó y siguió flotando por la sala, solo que ahora su paso parece más un baile.

En los clasificados del periódico veo un anuncio que me llama la atención "Lector del balcón: en la misma ruta, conoces la hora, el domingo. Lima". No puede haber equivocación. La cita es hoy, pero a dónde.

-Alístate niña, si quieres puedes acompañarme. Creo que vamos a resolver esto de una vez.

Monday, January 20, 2014

Segundo piso en la capital II (Tarde nubosa)

Siempre llega un momento en el que la vida da uno de esos giros, una vuelta que nos despierta el vértigo y hace que algo se encoja adentro. Hace cuatro días me volvió a suceder. O bueno, para ser preciso me sucedió por primera vez de una forma diferente.

Me vi recogiendo encargos, dando vueltas por una calle que transitaba a diario hace muchos años. En ella el viento, el cielo oscuro, el bullicio eran los mismos de entonces. Sin pensarlo mucho estaba ya ahí: de pie en la esquina, apoyado en un poste de alumbrado público, con la mirada fija hacia arriba. Miraba el segundo piso del abastecedor Santa Cecilia, las enormes ventanas tenían las mismas persianas con las que batallamos en las mañanas, las paredes la misma pintura y la esquina en su conjunto el mismo olor a calle vieja.

Mirando así mi antigua casa, mi enorme viejo reino, no pude evitar las ganas de saludar al pasado. Caminé hasta el abastecedor para ver a Don Mario, el pulpero del piso de abajo, que con una sonrisa nos reclamaba por la mañana el ruido que hacíamos en la noche; jóvenes todos de hormonas alborotadas.

Dentro mío algo inquieto me hacía temblar el paso, una extraña ansiedad me recorría las manos y solo me preguntaba si no estaría reabriendo mis heridas cerradas. Lentamente me acerqué al abastecedor y al estar en la puerta entré casi de golpe. Ahí estaba, en medio del pasillo frente a la caja, pensando qué decirle a Don Mario, preguntándome si me recordaría, deseando que me preguntara por mi expareja, por mis amigos, adivinando cuál será su reacción ante mis respuestas, imaginando qué anecdotas recordará de nosotros.

Miles de imágenes, cientos de historias me pasan por la mente y solo puedo apresar unas cuantas pues quiero mantenerme en pie y sereno, esperando que aparezca el viejo Mario. Espero verlo igual que antes: grande, grueso, de bigote gracioso, casi calvo.

Frente a mí aparece una señora delgada, con el pelo teñido en un rojo casi violeta, de gafas y es asiática. Me mira desconcertada desde que entré de un salto al abastecedor y se decide a preguntarme "qué deseo" en un español terrible.

Su pregunta me toca más de lo que ella supone, y yo la repito para mis adentros. ¿Qué deseo en realidad? ¿Por qué vine hasta acá? Miro a mi alrededor y todo es lo mismo, creo que solo noté que ya no está el estante con las "alcancías de chanchitos de barro"; balbuceo un poco y le respondo con dificultad "eh, este, sí, creo que... no, bueno, no importa, un fresco", mientras termino de entender la situación.

Ella mira el refrigerador con las bebidas, yo lo miro también, la vuelvo a ver a ella y con sus ojos me interroga si no voy a caminar y tomar la el refresco; me da a entender con un gesto que ella no me lo va a alcanzar. Reacciono y camino rápido, tomo el primer refresco que encuentro y regreso a la caja, mientras siento cierta responsabilidad -o necesidad- de explicarle a ella qué hago realmente ahí.

"Don Mario ya no está aquí, ¿Cierto?", le pregunto mientras pago. Ella me contesta siempre con ese español característico de los chinos de supermercado, que "Don Mario ya no está, no está. Hace mucho no, se fue".

"Es que, yo viví ahí arriba. Hace muchos años. Solo pasaba para saludarlo, pero bueno, ya no está". La china, con indiferencia, mira hacia el mostrador para recalcar que ya me entregó el cambio y me vuelve a ver. Pregunta si deseo algo más. Doy las gracias y me voy.

Mientras tomaba mi refresco, mientras caminaba lento por el viejo barrio, tuve que detenerme. Sin pensar mucho, miré hacia atrás y ahí estaba, mi vieja casa, mi viejo reino. El lugar donde fui infinitamente feliz, infinitamente miserable. El lugar en el que mudé de vida 3 veces, en el que inicié un viaje de muchos años que hace muchos años también ya terminé.

No caminé nostálgico, no me sentí melancólico. No me invadió del deseo de volver. Únicamente sentí cierto placer por el recuerdo, cierta alegría de haber vivido tanto en tan poco tiempo. Hoy, puedo decir que ese día no estaba abriendo viejas heridas, únicamente quería jugar a recordar con un viejo amigo.

Sunday, October 27, 2013

El caso de la chica de Lima (8)

Luego de la tercera ronda le conté.

-Mirá Al-ber-to: las chicas tienen ese qué sé yo histérico, que cuando  les da por reir no ríen para satisfacer el impulso de reír que vos y yo tenemos. Sino que lo hacen para burlarse de esa cosa que les nace en la boca del estómago y que les hace menear así la cabeza. Estoy seguro que no lo entendés, pero así es. Es pura histeria. Yo odio esa histeria, pero me mata la curiosidad.

-No. No entiendo.

-Bah, tranquilo. Solo te estoy utilizando para desahogarme.

-Bueno.

Un par de días antes, ella y yo nos encontramos solos en las escaleras de la funeraria. Subíamos rápido, pues así es su paso.

-Tomá -le dije con disimulo.

-¿Qué es eso?

-Una flor, ¿Las conoces?

-¿Para el muerto?

-No, para vos.

-No me jodás.

-En serio. Ya te dije, andaba en la floristería para encargar el arreglo del muerto. Y te compré una flor.

-Uno no anda regalando flores en los funerales. A menos que sea el muerto.

-Mmm... Entonces me traés muerto.

-Ese es el peor piropo que he recibido.

Esa noche cuando regresé a mi casa, la chica del abrigo de corduroy azul me esperaba en el balcón. Abrí la puerta, llegué al balcón. Encendí un cigarrillo a oscuras y me paré al lado de ella, mirando la calle en actitud similar a la suya.

-¿Qué mirás? -le dije.

-¿Cuántos callejones solitarios conocés? -su manera particular de preguntar cosas que nunca entiendo.

Café

"-Mirá, entre todos los juegos que jugamos, me gustaría variar solo por hoy. Si te parece.

-¿A qué te referís?

-A que juguemos a mirarnos de frente, sin mantener la compostura.

-Prefiero seguir jugando a el gato y a el ratón".

Monday, October 07, 2013

Volver

"Cerró la puerta, para que ella pudiera tocar de nuevo y despedirse"
Alfredo Solano

Sunday, September 15, 2013

El caso de la chica de Lima (7)

Ella no quería que la encontraran. Sin embargo, no huyó de la tentación de dejarme pistas. "El balcón es un poco frío para sentarse a leer", decía la última nota que encontré debajo de la puerta de mi oficina.

Conoce dónde vivo, conoce dónde trabajo, me observa. Yo no conozco más que lo que ella deja que descubra en mi investigación.

La niña del abrigo azul hoy se sentó en el borde del balcón, mientras yo leía. "Alguna vez has soñado que vuelas", me preguntó. Su pregunta me sorprendió, no solo porque fue justo lo que soñé la noche anterior, sino porque era la primera vez que hablaba con tanta soltura y hasta puede decirse que confianza. "Yo lo sueño a menudo. Corro por la ciudad y me elevo sobre los edificios, llego al campo y desciendo entre los árboles de un gran bosque".

Quedo absorto, imaginándola en el bosque, un ensueño que me mezcla a mí y a ella. Una alquimia indescriptible.

Cuando regreso del sueño, la chica se ha ido. No sé si volverá, pues la busqué por toda la casa sin encontrarla.

Salgo a pasear esta noche. Recorro las calles de la ciudad buscando un poco de aire, un poco de vida nocturna para refrescarme. Telefoneo a la muchacha linda de la otra noche, la que me dio posada y un poco de cariño.

-Carlos, no quiero que sigamos "saliendo" -me contestó.

Era de imaginar. Era de suponerlo. No siempre es bueno tomar este veneno en pequeñas dosis. Así que asumo mi incapacidad de querer más allá de las noches enfermas, y camino de regreso a mi apartamento. Calles vacías parecen molestarse con el eco de mis pasos. Llego hasta mi puerta y encuentro otra nota. La guardo sin mirar en mi abrigo. Un viento fuerte sopla desde el sur del planeta, sacude los techos, hace gemir las paredes y recuerdo lo pequeño, lo leve es el "ser".

Tuesday, August 20, 2013

Ventana

Ella custodiaba su lunar, siempre desconfiada. siempre alerta. Yo me paseaba por el frente del lugar, como siempre, pensando en burlar la hora de la cena.

Desde fuera la ví por la ventana, de piernas cruzadas y alejando miradas que le llovían de la barra. Con su particular don inútil de sumergirse en los colores llamativos de las bombillas, la noche tomaba un giro más interesante.

Despacio, sin prisa pero agitado, caminé el pasillo de la entrada, que se me hizo eterno. Llegué a su mesa y frente a ella le recité: "Hace tres noches me desperté, con la boca seca, exhalando nostalgias. Esta noche encuentro en esta mesa, una luz que quizás me devuelva la alegría, un calor que aleje la tristeza".

Sonriente, -hay que admitirlo, fue amable en todo momento- se levantó y me besó. Salió con calma del bar y esa noche no se despidió.

Monday, August 12, 2013

Complicidades

El hecho es que era la tercera vez, en el mes, que me lo decían con la complicidad que asesina a la duda "Carlos, la verdad es que sos un tipo un poco raro, es decir, no sos muy común".

Fumamos un rato y luego nos echamos a reír.

Monday, July 01, 2013

El caso de la chica de Lima (6)

Teníamos ya 10 minutos desde que nos sirvieron el café. Bueno, café para mí y té verde para ella. Ahora dice que toma té, hace ejercicio en las mañanas y duerme con doble par de medias. Por lo menos mantiene lo de las medias, sino no podría reconocer con quién estoy hablando.

-Carlos, ¿Qué sucede con Matías, está bien?

No contesto, trato de hundir la mirada en el fondo del café. Ella me conoce lo suficiente como para atrapar en el aire una de mis mentiras.

-Yo sabía que no era Matías desde que me citaste aquí -me dice-, yo te dije que no quería caer de nuevo en este juego. Te dije que quería olvidar este pasado.

Su voz refleja la furia contenida, de nuevo. Pero no se le quiebra, eso demuestra que no está molesta conmigo, sino está molesta con ella por caer de nuevo en la misma trampa. Siempre le tiendo esta trampa, siempre viene por el café aunque de antemano sepa que todo es un engaño.

-¿Volviste a beber?

-No, no, no se trata de eso -respondo rápidamente-, solo quería saber cómo estabas, me preocupo por vos.

-No me vengás con ese cuento, que ya es viejo. A ver, ¿es sobre el caso que llevás? Ese, el de la chica de Perú. ¿O es sobre la niña esa que te sigue a todas partes, la del abrigo azul?

-¿Cómo sabés de ella?

-Ay por dios Carlos, yo también me entero de cosas. Tenemos los mismos amigos, ¿recordás? O bueno, a por lo menos todavía me persiguen aunque no los quiera ver... Como sea, ¡estás seguro de lo que hacés?

-Yo no estoy haciendo nada. Ella sólo llegó, y... no sé, se quedó a dormir. Supongo que no tiene casa, o qué sé yo.

-Le regalaste un libro, ¿cierto?...

Nuevamente guardo silencio. Por la calle pasa una vendedora de lotería pregonando el 33, "los últimos para hoy". Miro al cielo y las nubes indican que pronto volverá a llover.

-Carlos, le regalaste un libro. Lo sé. Sos fácil de leer, sólo un poco de práctica y se puede saber cómo te moverás.

-Sí, le regalé uno, pero no es como vos pensás. Sólo lo encontré, ella estaba ahí y se lo dí.

-Como sea, la verdad todavía no sé porqué estoy aquí. Debería dejar de contestarte, siempre me hacés lo mismo. Igual Carlos, deberías buscar rehacer tu vida, yo ya tengo la mía, no quiero saber nada de este pasado, ¿acaso no lo entendés? Por favor, dejá de estarme buscando.

Saturday, May 04, 2013

El caso de la chica de Lima (5)

Es raro despertarse así. En medio de la noche, por un sueño que no comprendo, con una chica a la que he visto sólo en las fotografías que me aportaron para el caso. También es cierto es que dormir en el sillón no favorece a un sueño cómodo.

Busco un vaso de agua y me sorprendo de ver a la chica del abrigo de corduroy meditando en la semi oscuridad.

-¿Qué carajos estás haciendo?

Con ese estilo muy suyo, me mira, ladea la cabeza y vuelve a cerrar los ojos sin contestar. Me sirvo el agua, y regreso a mi sillón. "Diez para las tres" -pienso- "debería salir a caminar para despejarme un poco".

Mientras camino, saco del bolsillo de mi abrigo la foto de la chica de Lima y y escudriño esa sonrisa misteriosa, tratando de encontrar una respuesta, algo que me indique hacia dónde debo dirigir mi búsqueda. Yo vuelto un manojo de dudas, enredado por dentro, y ella tan cálida en una imagen tan fría, de pie junto a una excavación, sosteniendo una pala muy graciosa.

"Un momento, ¿esta foto dónde fue tomada?"

Sunday, April 28, 2013

El caso de la chica de Lima (4)

-¿La chica quién es?

-No lo sé, me sigue desde hace tres días.

-¿No querrá que la invite a una cerveza?

-No lo creo, no le caen bien los idiotas.

-Es bueno ver que no has cambiado. No confío en ella.

-Arturo, confío más en ella que en vos, y de ella no sé ni el nombre.

-Eso es distinto, porque vos me conocés.

-Volviendo, ¿qué sabés de la chica?

-No mucho. ¿Te involucrarás de nuevo? Siempre que lo hacés terminás mal y hay que salir a barrer los vidrios.

-No, esta vez es sólo trabajo.

-Perfecto, porque no queremos verte con la capa y los calzoncillos por fuera... Nena, ¿querés una cerveza?

Friday, April 26, 2013

El caso de la chica de Lima (3)

-¿Qué tal la chica?

-Está guapa. Es buena gente y muy joven, pero guapa. Me daría pena por ella, digo, es como muy inocente...

-¿De qué carajos estás hablando?

-De la pianista.

-No te pago por ninguna pianista, me refiero a la chica, a MI chica.

-Sí, lo sé. Sólo que hay gente cerca, no puedo hablar mucho.

-Entiendo. Te llamaré a las siete.

-Por supuesto. Hasta luego.

Al tipo no lo conozco. Bueno, en realidad nunca lo conocí en persona, pero no es la primera vez que le trabajo. Siempre hemos tratado por teléfono, nunca en persona. No tengo ni certeza de cuál es su nombre. Sólo sé que tiene una voz oscura, con cierto arrastre en las palabras. En este negocio todos esos carajos siempre tienen la voz así, oscura. Es como parte del negocio, sino se habla así, no se puede trabajar en esto.

Le ofrezco un café a la chica del suéter. Nos sentamos en La Magdalena. "Aquí hacen sanguche de pollo buenísimo", le digo en lo que viene la mesera.

"Deberías conocer a la pianista. Me produce cierta curiosidad. Es como muy buena gente, quizá. No sé si será eso"

"Admitilo Carlos, ella no está loca", dijo mientra encendía un cigarro serenamente.

"Lo sé, sólo busco abrir un tema"

El caso de la chica de Lima (2)

La segunda pista la hallé en un libro viejo "olvidado" en la baranda del balcón. Entrecomillo porque estoy casi seguro que fue puesto ahí adrede, para que yo lo encontrara. La chica del suéter de corduroy azul me sigue a todas partes. Se sienta a mi lado en el bus, come conmigo, pasa el día leyendo en mi oficina y aún así no nos cruzamos palabras. Bueno, en realidad yo sí le hablo, pero ella pocas veces responde y cuando lo hace es con pocas palabras.

Ahora duermo en mi sillón, en la sala de mi propia casa. Le dejé la cama a ella, no hay que ser descortés con las visitas. Aún con esas de las que no conocemos ni su nombre y que no fueron invitadas.

Cuando encontré el libro, la chica del suéter estaba detrás mío. Ella miraba por la otra ventana de la habitación. Creí que estaba concentrada en el nido de viudas del árbol contiguo, hasta que me preguntó qué decía la nota. "Imagino que ya lo sabés, ¿para qué preguntás" le contesté mientras la guardaba en el bolsillo de mi camisa. El libro, un poemario, se lo entregué. "A vos te gustan estos autores surrealistas, te lo regalo".

Wednesday, April 24, 2013

El caso de la chica de Lima (1)

No lo soporté más, y tuve que vomitar. Dos veces, seguidas. La primera fue al leer las noticias, entre ellas estaba un recorte de periódico que decía "En un lugar de La Mancha ^_^". Esto conllevó evidentemente a atar los cabos sueltos, como los cordones de los zapatos. Ahí fue cuando tuve que vomitar por segunda vez, al mirar la hora y reconocer que era la misma acá que allá.

Esto me sucede cada vez que me involucro en un caso similar. Para el santo oficio de la investigación hay que tener estómago de acero, ya me lo habían dicho. Sobre todo cuando se trata de seguirle las huellas a las chicas de Lima. Es como comer pan de centeno con un dolor de muelas.

El caso era difícil desde un inicio y eso hay que reconocerlo. Lo supe antes de tomarlo y lo confirmé a penas empecé las primeras indagaciones. No faltó más que reconocer a los testigos para saber que no iban a hablar. Mas aún no me queda claro para qué llegó esa noche la muchacha del suéter corduroy azul. Me buscó para hablar del caso, me llamó, entró a mi oficina y sin embargo no dijo ni una palabra.

Llegó, dijo saber mucho y no quiso decir nada. Parecía preocupada pero satisfecha a su vez por la desaparición de la chica de Lima...

Sunday, March 03, 2013

Ultimátum

Durante un año se presentó a mi puerta, puntalmente cada quincena a entregar un ultimátum.

"Es posible que esta sea la última vez que sepas de mí. Es posible, es muy probable, que me canse definitivamente y regrese a mi casa, a mi vieja vida." -se leía en su carta cada mes.

La tarde que esperé que llegara por un café, no fue nada excepcional. Una tarde fría como todas, oscura como es la rutina en esta montaña. Sin embargo, algo en el aire me parecía que había cambiado. Una sensación inexplicable de algo roto. No sé realmente si era el aire o era dentro de mi pecho donde nacía ese sabor metálico de derrota que inundaba el cielo.

Cada mes, tras recibir el ultimátum la perseguía como un loco por todas las esquinas en las que decidía esconderse. Le dejaba cartas larguísimas, le dejaba flores en las esquinas que sabía ella recorrería a la mañana siguiente, le mandaba versos adornados con los nombres de poetas ficticios, le declaraba mil teorías sobre cuán posible y necesario era el amor.

Pero esa tarde tuve un mal presentimiento. "¿Y si sólo por una vez, imagino la situación inversa. Imagino que soy yo quien le digo que estoy a punto de mandarlo todo al carajo y volver a la casa vieja, al lugar de donde salí, al regazo muerto de mi vida pasada?" -pensé sin saber que desataría un torbellino capaz de volarme las palabras, capaz de llevarse mis llaves, de revolver mis entrañas.

Luego de ver tal desastre, decidí sentarme y esperar que volviera. Esperar como siempre, esperar como lo he hecho durante un año. Sin embargo, el mal presentimiento no mermó, sino que cada hora, cada paso que doy dentro de esta fría casa parece hacer más grande este triste presagio. Y lo que sucede cuando los presentimientos crecen así, todo el mundo lo sabe: niegan su propia esencia y se vuelven terribles realidades.

Saturday, February 02, 2013

El café de la esquina


-¿Que dónde has estado? -preguntó ella- Hace siglos que no escribes.

-Y hace meses que manejo un carácter del demonio -contesté.

-Bueno, vení, tomemos un café...

-Estás loca. Yo estoy loco.

-¿Cómo sabes que estoy loca?

-Debes estarlo, sino no hubieras venido.

-Espera, ¿eso es de un libro?

-Pues qué mejor para iniciar esta conversación, que ya es como de novela. Un café negro, sin azúcar, y un té con leche para la señorita.

Tuesday, January 08, 2013

Capítulo V. Acto II, escena I (o "Plazoleta")

En la pequeña plazoleta sólo caben un árbol, un farol y dos amantes. De hecho los amantes están en la esquina de la plazoleta, ella sobre el césped y él de pie en la calle. Se miran frente a frente, tienen una conversación de esas que no se pueden conocer, pero que uno llega a intuir que es un asunto complicado. Casi se puede adivinar a la distancia que ella tiene los ojos aguados, y él intenta evitar que llore.

Ella lo abraza, rodea su cuello con sus brazos y él hace lo mismo al rededor de su cintura. Se miran en silencio durante un momento, se despiden, se vuelven a abrazar y se vuelven a despedir. No quieren dejarse, no quieren que el otro se vaya de nuevo.

Yo camino por la calle que desemboca a la plaza y trato de obviar la escena. Él finalmente decide que ya es hora, ella mira el celular que tiene en la mano y responde una llamada. Le indica a alguien al otro lado de la línea que ya está de camino. Cuelga.

Ella camina hacia el otro lado de la plazoleta, él la observa un rato y se va.

Antes que ella desaparezca por el camino, él se vuelve y con un grito la llama. Ella reacciona, hay lágrimas en sus ojos, voltea hacia la plazoleta. Él le grita "Recuerde, la noche es suya", y ella se lleva una mano al pecho, la otra a la boca y muerde su puño.

"Chao" contesta con una sonrisa. Él sacude la mano en despedida. Da media vuelta y sigue su camino.

Yo continúo hasta la parada del autobús. Hace rato que perdí de vista a ambos, pero mientras esperaba lo vi subir por la calle. Paso triste pero extrañamente alegre, una sensación inefable que sólo los que lo han sentido lo pueden comprender. Como cuando se sabe perdida la esperanza pero por algún extraño motivo nos gusta jugar a las posibilidades, como apostarle a lo más remoto y sentirse eufórico por eso.

Aquí debo hacer una aclaración: Cuando el protagonista de nuestra historia llegó hasta lo claro de la parada del autobús, me di cuenta que en realidad era una chica. Esto no cambia en nada el sentido de la historia, pero creo que es justo para con ellas hacer la aclaración.

Así acaba la historia, ambos tomamos el autobús cada quién en su asiento, mirando por su ventana. Pensando en su propia historia, en lo que nadie nos quitará aunque nos quiten todo. Con cierta complicidad nos vimos al bajar, con cierta mirada de identificación. "No conozco su historia, pero yo sé lo que es eso" pensé, y ella asintió con una medio sonrisa.

Thursday, January 03, 2013

Capítulo V. Acto I, escena III


Ya sé que era una mala idea. Siempre se me ocurren malas ideas cuando se trata de temas tan escabrosos. De un lado de la mesa estaba ella, del otro yo y en el medio algo como roto.

Para solventar el problema, lancé a la mesa las mejores piedras que llevaba en el bolsillo. No funcionó. Por el contrario, cuando ella empezó a llorar me dí cuenta que estos asuntos no siempre funcionan igual. Y que además, nunca entendí bien cómo funcionan. "Creo que la piedra pegó donde no debía".

Así que hice un esfuerzo desesperado por solucionar el problema mayor que había causado. Pagamos la cuenta y salimos a la calle.

-Hagamos un trato.

-Decíme.

-Te invito a un café.

-No, ahí está mi taxi.

A penas si se despidió, y corrió. No sin antes decirme de nuevo lo que me dijo al llegar: "Antonio, sos bastante raro. De las personas más raras que he conocido". Sólo que en esta ocasión no quedó duda de si era un halago o una maldición.

Sunday, December 30, 2012

Tradición

La última vez que la vi, llevaba el jeans azul medio acampanado, una blusa camisera blanca y ropa interior negra. Se levantó y se fue, como siempre, antes que su taxi se convirtiera en calabaza. O en chayote, depende la perspectiva de la zona horaria mundial.

-¿Te despedirás con un beso?

-Mi papá no me lo permite.

Era el ritual. Como siempre, en todo hay un ritual. Igualmente me besó, tomó el taxi que le llamé y se fue. No supe en ese momento que era la última vez que le vería.

De vuelta ya en mis asuntos, imaginé que tal vez debí contarle sobre la tradición familiar. No sé, simples pensamientos que tenemos cuando estamos solos. Absolutamente solos.

Algunos rehuyen a pensar cuando no hay nadie, supongo que por miedo a sus demonios. A los míos yo los endulzo con una copa, y después hablamos largo y tendido durante toda la noche. A veces ellos se quedan dormidos, entonces me toca pensar en otras cosas, como esa de la tradición.

"La verdad, es que ella está un poco acostumbrada a estas historias. No creo que lo tome mal", pensé.

En una ocasión, hablamos sobre un futuro imaginario, improbable. Yo era un ser al que le faltaba un poco la memoria. Ella me repetía con cierto cariño que ya había visto la película que siempre le preguntaba. Una película muy buena, por cierto. ¿Por qué no, en ese mundo lejano y futuro, contarle de la tradición?

Si fuera sólo por quien es ella, olvidándonos de la extraña y fatídica fantasía del alzheimer, ella ya conoce una historia de un ser similar al que tenemos dentro de la familia. Lo conoce por un escritor, es cierto, con sus fallas técnicas y guardando la distancia del caso.

Mi bisabuela fue la primera en contarme las extrañas actitudes de su esposo. Él tendía a ser un sujeto un tanto solitario. "Frecuentemente lo encontraba hablando solo", me contó mientras la acompañaba en el que fue su lecho de muerte.

"Lo peor fue luego de que murió. Me dí cuenta que Alberto (mi abuelo) empezó a tener las mismas actitudes", me decía.

La historia se remonta hasta épocas a las que no les he podido seguir la pista. Todas las historias tienen el mismo factor en común: el extrañamiento de la mujer ante la mirada pensativa del respectivo cónyuge, la manía de observar bajo la escalera, el balbucear un nombre extraño mientras se duerme, un nombre como venido de otras regiones, de otro idioma.

No sería preciso decir que fue alegre cuando a mí me tocó la suerte de que me siguiera el pequeño ser  a todas partes. De vivir juntos en todas las casas, y he tenido muchas por cierto.

Pero no quedaba más que hacerse a la idea que ha estado con nosotros durante muchos años. Muchos es sólo una forma de decirlo, para ponerlo en lenguaje sencillo. Porque aprendí que cuando tenemos bajo nuestra cama, o en la esquina más olvidada de la casa a este ser, el tiempo es distinto. Muy distinto. A algunos nos sucede que envejecemos un par de años más rápido desde que tenemos la responsabilidad (por decirlo de alguna manera) de conversar con él en las noches.

Lo que aún me causa cierta duda, es qué sucederá con esta criatura indefensa cuando yo muera. Es decir, dentro de la familia siempre hemos tenido una descendencia bastante prolífera. La mayoría a corta edad ya está procreando, valga la aclaración. Pero contrario a lo que la tradición nos exige, yo no tengo hijos. Ni los pienso tener, y eso es definitivo.

Por esto pensé que quizá ella debería conocer sobre la existencia de esta criatura con apariencia de algo roto. Porque es por todos sabido que las mujeres nos sobreviven a los que llevamos este apellido. Quizá ella le pueda buscar un nuevo dueño, quizá ella le hubiera podido sobrellevar hasta conseguirle un nuevo hogar.

Sin embargo, no fue así. Nunca tuve la oportunidad de comentarle el asunto, de contarle la inverosímil historia familiar. No tuve la oportunidad porque ya ha pasado mucho tiempo desde que la vi por última vez. Luego de esa noche, se fue con su blusa blanca y su ropa interior negra a no sé qué rumbos. Se fue y no se despidió.

No dijo ni una palabra. Yo me mudé de casa, porque donde vivía ya creían que estaba lo suficientemente loco como para no seguirme tolerando, y hay que guardar las apariencias.

Hoy no sólo convivimos en la nueva casa la criatura familiar y yo, sino que tenemos otro inquilino que vive entre el bambú con decoración navideña y el reloj de arena de mi escritorio. Ese me lo dejó ella, sin saber, la última vez que me visitó.

Esta casa se va poblando de nuevas criaturas. La verdad yo ya no sé a dónde va a parar esto, pero por lo menos tengo con quién hablar en noches como esta.

Lo que aún no me queda claro es qué será de estos seres cuando ya no haya nadie que les cierre la ventana porque hace frío.

Tuesday, December 25, 2012

Guía básica para el manejo de situaciones sociales con intercambio de artefactos

En varias ocasiones del año, y con particular ocasión estas fechas, usted se encontrará frente a personas que corren de un lado para otro con singulares artefactos en sus manos. Estos artefactos se caracterizan por estar envueltos en papeles brillantes y coloridos, que no permiten distinguir de buena entrada su contenido. A estos artefactos les llamaremos regalos u obsequios, según la región: cualquier artefacto hecho o adquirido por una persona, a fin de ser entregado a otra.

Estos particulares objetos serán entregados bajo una serie de normas que aprenderemos el día de hoy de una rápida manera, en este manual básico para la sobreviviencia.

Primero, debemos decir que para que el intercambio de objetos "regalo" sea lo menos traumático posible, es necesario que exista una correspondencia entre idoneidad, sorpresa y reciprocidad.

Pongamos el primer ejemplo: por lo general las personas con las que se relacionará en mayor o menor grado, tienen el impulso de realizar un regalo a quienes consideran "cercanos". Así que si usted considera que es "cercano" para alguna de esas personas, muy probablemente está pensando en realizarle un regalo a usted. Sí, así como lo oye. Y si se está preguntando con qué autorización, son muy pocos los casos registrados en los que se pide permiso para dar un regalo.

Aquí entonces jugaremos con el concepto de reciprocidad, es decir, es una norma el hecho de entregar algo a cambio de recibir un "regalo". Existen vertientes filosóficas que indican que a cambio de un regalo no se debe entregar necesariamente un "objeto material", sino que basta con algo "más espiritual". Sea cual sea la perspectiva, hay de dar algo a cambio.

Así que nuestro primer consejo: si sabe que recibirá un regalo, prepárese y en la medida de lo posible, consiga otro regalo con qué defenderse. Si lo toman por sorpresa, guarde la calma, sonría y agradezca. Mientras más agradezca y mencione lo apenado que se encuentra, mejor serán los efectos del intercambio.

Si usted está en la ya mencionada situación de tener que conseguir un regalo para defenderse, es decir, un contra-regalo; pues le será muy útil el siguiente apartado.

Como mencionamos a principio del manual, una de las reglas claves del intercambio de artefactos es la idoneidad. Con esto nos referimos a la correspondencia entre el artefacto y persona que lo recibirá. Es de suma importancia prestar atención a este detalle, de lo contrario nos veremos en situaciones muy embarazosas.

Puede suceder que si no se presta suficiente atención a este detalle, la persona a la que le entregaremos el "regalo" se sentirá ofendida. Pongamos el caso, de regalarle un disco de Arjona a un instruido músico. Puede que lo tome como una terrible ofensa. O entregarle una agenda con frases de Paulo Cohelo a un buen lector, definitivamente se ofenderá.

Por eso hay que prestar atención en la idoneidad, sin embargo, no existe una norma clara sobre cómo acertar completamente. Para esto, quizá el mejor consejo puede ser el conocer al sujeto, acercarse, descubrir sus gustos y pasiones. O bien, preguntarle a alguien cercano. Aquí hay que hacer dos anotaciones más: si es por conocer los gustos y las pasiones del sujeto, para elegir el regalo a entregar, hay que tener ciertos miramientos. Porque es posible que si se conocen ciertos gustos y pasiones que las personas prefieren mantener en secreto, sería muy desafortunado entregar un regalo que ponga en los evidencia. Muy desafortunado.

La segunda anotación está relacionada con la siguiente norma clave para el correcto intercambio de "regalos", es decir, con la sorpresa.

Respecto a la sorpresa debemos decir que es quizá uno de los temas más interesantes de analizar. Por una parte, es parte constitutiva del regalo, casi que la esencia misma. Por eso se colocan en bolsas, cajas o los envuelven en esos papeles coloridos para evitar que se adivine su forma y contenido.

Por lo mismo decimos que para averiguar lo que quiere recibir la persona a la que le entregaremos el regalo, debemos ser cuidadosos, de lo contrario estropearemos la sorpresa y eso desvirtúa bastante el sentido del regalo.

Además, la expectativa de saber quién recibirá un obsequio siempre es un factor importante en el grupo social, es como decíamos anteriormente, un enigma si nos preparamos para recibir un regalo de fulano o mengano.

Pero bien, hay que tener en cuenta otros elementos de menor orden a la hora de los intercambios, para que sea exitoso nuestro paso por esa esta situación, sin pasar por momentos incómodos que causen estragos sociales más difíciles de resolver.

Por ejemplo, a la hora del intercambio siempre hay que ser sumamente cuidadoso con los regalos que creemos recibir. No vaya a ser que estemos desenvolviendo un regalo ajeno, lo cual nos puede poner en graves aprietos. Antes de proceder, debemos verificar nuestro nombre en el envoltorio y de ser posible consultar con alguna persona cercana.

También, recuerde, para todo intercambio siempre es necesario que sonría. Ya sea que reciba o que entregue, es parte del ritual sonreír. De lo contrario tensará la relación a tal punto que se pueda ver en problemas nuevamente.

Recuerde estas normas básicas, para que luego no tenga que verse en problemas mayores, los cuales serán más difíciles de resolver.

Este manual pretende ser sólo una guía rápida para el manejo de situaciones sociales en las que medien intercambio de "regalos". No es de ninguna manera un reemplazo de la socialización. Es de uso libre y no requiere receta médica.

Monday, December 24, 2012

24: medio día


-¿Sabías que en España estalló la crisis?

-¿Es metáfora?

-No, sólo martes de resurección.

-Pero eso es lo domingos. Y es en semana santa, hoy es navidad.

-Como sea nena, vente acá y dame un beso.

Sunday, December 23, 2012

Seis de la tarde

Explicarlo de una forma que no le fuera a generar un infarto a mi madre fue una tarea difícil. Igual no  logré que comprendiera cómo es que "la muchacha" (como le dice ella a las parejas que le he presentado), esa muchacha dulce y callada que conoció, podía ir en ese momento de paseo con su marido y al mismo tiempo envíarle saludos a ella desde el aeropuerto. Mi pobre madre, tiempos modernos pues. O creo que ya se convenció de que nunca entenderá a sus hijos.

-Ah, madre. Tranquila, ni lo trate de comprender. Y mejor no pregunte lo que no quiere escuchar, porque es una historia larga y no tenemos tanto tiempo desde su casa al centro de Heredia. Así que solamente le contestaré a ella que usted también le manda saludos.

Y debo admitir que la escena fue un poco más graciosa de lo que puedo o quiero contar. Los gestos, la complicidad de mi hermana, en fin.

Ya solos en el auto mi hermana, mi sobrino y yo; volvíamos hacia San José por unas apartadas carreteras heredianas. Fumaba yo, mi hermana conducía y cada uno pensaba en sus propias complicaciones de vida, mientras mi sobrino dormía. O bien, yo creía que cada uno pensaba en sus propios asuntos.

-Yo creo que ella lo que tiene es un semerendo desmadre en la cabeza. Creo que igual no sabe que es lo que quiere de verdad -dijo mi hermana sin apartar la vista del camino.

El comentario me dejó un poco desconcertado, pues era como si yo pensara en voz alta (de hecho llegué a dudarlo), pues exactamente eso atravesaba mi cabeza en ese momento.

-Sí, puede ser. Aunque creo que más bien... no nada, olvídelo.

Llegamos a San José, me despedí y caminé hasta la terminal. Eran casi las seis, pronto abordaría ella el avión y yo el autobus a mi auto exilio de unos días.

"Ese mensaje parecía una despedida" -me respondió por mensaje.

Mi respuesta fue más corta, y más sencilla. Total, la despedida la hizo ella cuando me dejó plantado por tercera vez. Nadie puede despedirse de quien prefiere huir, eso parece que lo aprendí por la mañana.

Cuando cerré los ojos, ya estaba acomodado en mi asiento y el autobus arrancó. Sentí el vaivén del motor, el olor de la gente, el ruido de las bolsas de plátanos fritos, y finalmente, en el radio sonaba "el ave maría" de las seis de la tarde.

"Ella está abordando el avión en este momento, yo el autobús. Ironías de la vida. Muchas preguntas y respuestas hoy tienen sentido", pensé.

Mi último mensaje le llegó, según la confirmación recibida. "Entonces no pudo o no quiso contestar. Buen viaje, amor, nos veremos por la vida, si querés".

Me dormí antes de salir de San José, no fuera cosa de pasar por el aeropuerto y que me de ansiedad mirar por la ventana y tratar de localizar el próximo avión a despegar.

Cuando llegué a mi destino, no hacía falta volver a explicarlo todo. Ya todo el mundo lo sabe, y quienes no, se lo imaginan. Digo, cuestión de redes sociales. Tampoco hace falta escuchar un "se lo dije", si total con una mirada de algún confidente basta para que yo termine admitiendo mis culpas. Entré en este juego absurdo con completo conocimiento de causa. Eso sí, debo admitir que el panorama no era tan claro como ahora.

Y finalmente, leo su mensaje en el correo. Escribo un par de líneas de respuesta, un poco errático, un poco decepcionado, un poco enojado, pero al final, con bastante poco ánimo. Es obvio que contra ciertas cosas nada se puede hacer (pero para causas perdidas, no hay nada como nosotros. Somos expertos).

Por la noche no queda otra cosa que hacer más que escribir un relato corto, y esperar. Tenderse en un sillón a mirar hacia la pared, que pasen las horas, que pasen los días y descansar. Tengo la impresión que en los últimos tres años he envejecido ocho.

Pero hoy, al menos hoy y en los días próximos, al carajo el mundo. Dejar que sea lo que sea. Total, lo peor siempre está por venir.

Saturday, December 22, 2012

Puerta a puerta II

Efectivamente, esa noche llegué un poco tarde a mi casa. Como sabrán, en los últimos meses tengo la terrible costumbre de sobrevivir a base de comida congelada: todo lo que se pueda congelar (o comprar congelado) y después sólo calentar, o freír se convierte es la piedra angular de mi alimentación.

Abrí el congelador para sacar algo rápido y por lo tanto no sabroso, pero entre las tortas de pollo y el whisky malo me encontré una masa de hielo un poco informe. Dejo la puerta abierta, y desde el desayunador me siento a mirar tratando de recordar qué carajos fue lo que metí ahí. Mientras pienso, decido hacer un poco de café, y cuando estoy terminando de encender el aparatejo ese, siento una voz que me dice "hola" por la espalda.

Conozco esa voz, estoy seguro que la conozco. Me vuelvo extrañado hacia el congelador y ahí está: la pelota de hielo medio desecha y de ella sólo se asoma una cabeza sonriente. "Claro, cómo me había olvidado de este personaje", pensé.

-Este... ¿no va a saludar?

Creo que no es necesario describir mi gesto de cansancio. Tomé asiento y lo observé fijamente. "Me sorprendió por un momento", le contesté.

-¿Cuánto tiempo ha pasado? Sabe, no siento el cuerpo, ¿no me puede ayudar a salir de aquí? No sé, pero imagino que bastante tiempo, digo, a juzgar por como ha crecido su barba. ¿Usted no se afeita muy seguido, verdad? No lo tome a mal, sólo es una observación casual, no es por criticar...

-Claro, observación casual... ¿Sus otros clientes nunca le han hecho la observación casual de que usted habla demasiado?

-Pues viera usted que no, pero un vez una cliente sí me dijo que a ella le gustaba que cuando la besaran...

-Mire, era sólo un decir, no me interesa la historia, gracias.

Me levanté a servir café. Saqué unas galletas de la alacena y me senté nuevamente.

-¿Y bueno? - Me pregunta el bicho semicongelado.

-¿Y bueno qué?

-¿Me ayudará a salir de aquí, cuánto tiempo a pasado?

En este punto, debo admitir que tuve dos sentimientos un poco contradictorios. Por un lado, al tener que pensar qué hacer con el famoso beso, y verlo ahí a la espera de mis decisiones y antojos, me sentí bastante satisfecho; pero eso me dio bastante miedo de mí. Es decir, me dio miedo mi cara de placer...

Por otro lado, también hay que decir que me dio lástima ese pobre servidor público, si se le puede llamar así.

-Han pasado, no sé, unas tres o cuatro semanas. Y la verdad, fue por casualidad que abrí el congelador. No me acordaba ya de usted. -le respondí mientras partía una de las galletas y sorbía mi café caliente.

-¿Eso qué significa?

-Significa lo que significa. La verdad no tenía pensado descongelarlo. Creo que me puede servir a futuro.

-¡No, por favor!, -dijo aterrorizado -¡Cuatro semanas!, en el trabajo me deben estar buscando, por favor, tengo esposa e hijos...

-¿Ustedes tienen esposa e hijos?

-Bueno la verdad no, pero me salió bien el papel, ¿cierto?

-Mmm... sí, la verdad casi le creo.

-Ahora sí le acepto la taza de café. La verdad, siempre he querido tomar café, pero como le decía nuestras políticas no lo permiten. Igual, en esta casa nada es como lo dice el manual; entonces no creo que a nadie le haga daño que me tome una tacita...

Ya tenía un brazo fuera del hielo, y con honestidad me empezaba a simpatizar este sujeto. La verdad, en algo tenía razón: toda la situación era bastante fuera de lo común, tanto para él como para mí.

-Hagamos algo, le sirvo un café si luego se toma un whisky conmigo.

-Yo no tomo, pero qué demonios, le acepto la propuesta. Sabía usted que un cliente en una ocasión, pidió que para su noche de bodas... -Interrumpió su historia, y me miró como pidiendo permiso para continuar.

Seamos claros, este beso es el último de los besos que me quedan de ella. Es la verdad, no sé si una promesa o una despedida. Por lo cual no lo echaré de mi casa, ni tampoco lo dejaré olvidado en el congelador. Siendo más francos, un poco de conversación no cae mal de vez en cuando en esta casa.

-Continúe su historia mientras le sirvo el café.

-¡Gracias!, bueno, como le decía, este cliente me pidió que...

Para no cansarles con el cuento, desde entonces duerme en mi escritorio, entre el reloj de arena y un pequeño bambú. Me alegra algunas noches con historias y ocurrencias muy distintas a las que acostumbro (creo que eso le viene de la mujer que me lo envió) mientras tomamos té y café con galletas.

Al final, todos deberíamos tener el derecho a un beso que nos cambie la vida, por lo menos un poquito.